EL ECONOMISTA 21/06/17
JOAQUÍN LEGUINA
El PSOE es de izquierda. Y esa izquierda se define, exclusivamente, por oposición a la derecha. Una vez más, el PP sirve para definirse por mera contraposición. No se formula un proyecto para ganar adeptos, sino para echar al partido corrupto y nadie durante el congreso se preguntó dónde estaría el PSOE si hubiera habido nuevas elecciones.
Es una estrategia de un solo cartucho. Se trata de recuperar los votos que se fueron a Podemos sin calibrar la existencia del centro político que permitió al PSOE gobernar durante más de veinte años.
Lo más reseñable y reseñado del congreso ha sido la introducción formal de ese monstruo ininteligible que es «la España plurinacional». Como ha escrito a este propósito Raúl del Pozo, «se ponga como se ponga Pedro Sánchez, las opciones en Cataluña se reducen a tres: encaje, secesión o artículo 155».
Poco antes del congreso, Alfonso Guerra ya había escrito: «No se pueden calmar las ansias secesionistas aceptando ese extraño ser artificial de España, nación de naciones y cuando preguntas de cuántas naciones, nadie contesta». Y tiene razón. Es una solemne bobada, porque la aseveración según la cual España está formada por varias naciones (no se dice cuántas ni cuáles) y que sólo hay una soberanía nacional radicada en el pueblo español es -como ha señalado el profesor Jorge de Esteban- un misterio semejante al de la Santísima Trinidad.
Y todo este misterio, ¿para qué? Para darle posada a Iceta, es decir, al PSC, siempre en cuarto menguante, y -como ha escrito Nicolás Redondo- para eso han cambiado la política con mayúsculas, han renunciado a ver el problema en toda su complejidad y a enfocarlo desde la razón. Hoy más que nunca los más (el PSOE) se han dejado secuestrar por los menos (PSC) y esa situación obliga a pedir explicaciones: ¿la resolución supone una enmienda al artículo 2 de la Constitución? ¿Los socialistas lo patrocinan? ¿Es el punto de partida para negociar con los independentistas?