Tonia Etxarri-El Correo
No le están resultando fructuosas las búsquedas de culpables a Pedro Sánchez en los últimos tiempos de su agónica legislatura porque los resultados aparecen en la dirección contraria a su conveniencia. Si su abono a la tesis intrigante de un posible ciberataque como causa del apagón del pasado 28 de abril ha pinchado en hueso (porque su vicepresidenta tercera y ministra, Sara Aagesen, ayer lo descartó en sede parlamentaria), no le ha ido mejor en el rastreo del filtrador de los wasaps comprometidos. En realidad, le habría venido de perlas si se hubiera podido demostrar que, detrás de la revelación del intercambio de mensajes con su fiel servidor José Luis Ábalos, estaba la UCO. Algunos ministros (la misma «pájara» Margarita Robles) habían intentado desviar el foco en esa dirección, la de los custodios de los mensajes telefónicos. Así, habría matado dos pájaros de un tiro: se ahorraba presionar a Ábalos, al que no conviene molestar porque bastante quemado dice sentirse ya y, sobre todo, porque tiene miedo a que vaya soltando toda la información que posee; y de paso habría podido cargar las tintas contra el equipo de investigación de la Guardia Civil que tantos quebraderos de cabeza le está provocando con sus pormenorizadas investigaciones: el interés personal del presidente del Gobierno en el rescate público de Air Europa, los negocios de Koldo y Ábalos, los quehaceres de una cátedra sin catedrática…
Pero la realidad le ha estropeado el titular a Sánchez. No solo esos mensajes, que no contienen nada incriminatorio en principio, no estaban en poder de la UCO, sino que el propio Ábalos (imputado por cuatro delitos) acaba de reconocer que compartió parte de sus wasaps con una persona «de confianza». Los de 2023. Que deje ya Sánchez de buscar al responsable de la publicación de sus conversaciones. Entre petardos, hipócritas, impresentables y pájaras, el dardo más certero se lo acaba de lanzar el propio Ábalos. A modo de aviso. Total, los iba a emplear a la hora de escribir sus memorias así es que, tomémonos este intercambio de mensajes como un adelanto editorial, ¿no? Si el presidente antes le echaba de menos, ahora echará de más a aquel servidor que tan bien se lo pasó en sus juergas de Paradores mientras todo el país vivía limitado por las restricciones del Covid.
Quienes apuntaban a la UCO se han quedado sin argumentos; quienes decían que se trataba de una vulneración de la intimidad han visto que uno de los protagonistas de esa comunicación privada ha sido el filtrador. Si la Justicia no actúa de oficio, ¿el Gobierno mantendrá su intención de llevar esta filtración a los tribunales?
Sánchez perdió ayer la oportunidad para dar explicaciones en el Congreso sobre su comunicación telefónica con Ábalos. No quiso hacerlo, quizá por contención, porque no sabe qué alcance pueden tener los próximos mensajes que vayan a aparecer en el escaparate. Ni la cocina del CIS, ayer, sostuvo el ánimo del Gobierno. Pero Sánchez sigue inseguro. Por eso optó por burlarse del próximo Congreso del PP. Cualquier cosa menos que se hable de Ábalos, el imputado. Que, a estas alturas de los wasaps, es hablar de él; naturalmente.