Excuso darles los datos por lo menudo del caso de las mascarillas porque esta casa lleva informándoles en exclusiva a todos ustedes desde el minuto uno. Gracias, compañeros, por vuestra extraordinaria labor periodística. Yo remarcaré que la Benemérita –casi lo único que da alegrías en España –ha colocado unas hermosas pulseras por cortesía del estado al que fuera la mano derecha de Ábalos, Koldo García. Presuntamente, habría cobrado comisiones ilegales en la compra de mascarillas mientras en España los fallecidos por COVID tenían que almacenarse en pistas de hielo y polideportivos. Recuerden: la sanidad se colapsó, no había reservas de material necesario para casos de emergencia, el gobierno central y el de las CCAA estaban apijotaos y a Sánchez no se le ocurrió nada mejor que cerrar el Congreso y confinarnos en casa, algo que la justicia ha declarado ILEGAL, así, en mayúsculas. Muchos dijimos que cuando se investigaran las compras de mascarillas nos íbamos a reír. Recuerdo una tertulia vía Skype para EDATV junto a mi querida Isabel San Sebastián en que coincidíamos en eso. Y saltó la sorpresa en el Balaidos, como dirían los de deportes.
Ábalos, reconvertido en tertuliano en el programa de Risto Mejide que, generoso y caritativo, recoge lo mejor de cada casa, dice hallarse sorprendido. ¡Oh, bella figura retórica la de la sorpresa ejemplificada en el personaje del comisario Renault de “Casablanca” cuando, al ser preguntado por qué cierra el café de Rick responde ofendido “¡Qué escándalo, qué escándalo, aquí se juega!”, mientras un solícito camarero le entrega sus ganancias. Como las compras efectuadas por el místico señor Illa, de las que no se habla todavía pero ya se hablará, porque si las de Koldo, aizcolari del socialismo en definición de Sánchez, han acabado por salir a la luz, nada impide que otras hagan también lo propio.
Al final, el tal Koldo será “ese señor del que usted me habla”, y nadie lo habrá tratado ni sabrá quién es como ha pasado con Tito Berni -¿ande andará?-
En aquellos días parecía que quien se había forrado con las mascarillas era el hermano de la presidenta Díaz Ayuso y que en casa de ésta había una piscina olímpica repleta de Bollinger, el canario comía caviar de Beluga y la presi se limpiaba los mocos –con perdón– con billetes de mil euros. Anda y que los zurdos y su séptimo de caballería mediática no dieron la turra con un tema que acabó en ná de ná. Y mientras el córner sanchista se desgañitaba con el tema – todavía le dan al asunto de las residencias – resulta que ahora los de verde trincan a la mano derecha de Ábalos y este se muestra muy, pero que muy sorprendido. Tanto, que en el citado programa ha negado que Koldo fuese su mano derecha, izquierda o siquiera uno de sus sobaquillos. “Hombre –decía– mano derecha no era, más bien un asesor…. Aunque quizá lo más adecuado sería decir que era un asistente personal”. Y hala, a casita que llueve.
Al final, el tal Koldo será “ese señor del que usted me habla”, y nadie lo habrá tratado ni sabrá quién es como ha pasado con Tito Berni -¿ande andará?-, y la vida seguirá para ese partido que poco o nada posee de socialista, de obrero ni de español. Uno espera que la justicia, porque en España existen jueces decentes, dicte lo que tenga que dictar en este caso. Caso que debe indignarnos a todos porque cuando tus compatriotas están muriéndose intubados, asfixiados, solos y sin esperanza, llevárselo crudo es de ser muy hijo de mala madre. Lo decimos para todos quienes especularon en medio de aquel horror, para los que medraron en medio del sufrimiento nacional, para quienes carecen de escrúpulos, de humanidad, de moral.
De momento, Koldo, su esposa y unos veinte más están detenidos. Y Ábalos sorprendido. En este terreno, a servidor le pasa lo que a La Rochefoucauld, que dijo que la única sorpresa que queda es la capacidad de poder sorprendernos. Pienso en las maletas de Delcy, por vía de ejemplo.