- Es un error confundir a Ábalos (echado por Sánchez a la basura cuando debió haberse arrojado él de cabeza) con su asistente, guardaespaldas, conseguidor, parásito, confidente y enchufado
En Koldo, guardaespaldas de tebeo, cara de pocos amigos y de pocas luces, se resume una época del PSOE que Sánchez quiso dar por terminada sacándose de encima a Ábalos de mala manera. Mala de verdad: pasaron juntos horas valorando a los nuevos miembros del gabinete y, a la mañana siguiente, Ábalos supo que, contra lo previsto, no aparecía en la lista. Sin explicaciones, sin una llamada al hombre que tanto se había mojado en los asuntos más espinosos. ¡Qué digo espinosos! En los asuntos más pringosos, como el de la dulce Delcy y su pesado lastre. La vicepresidenta de una autocracia, que tenía prohibido pisar suelo europeo, dirigiendo un trasiego de sucias maletas en un aeropuerto español, con posterior escamoteo de cintas de vídeo. Una chapuza de deudores agradecidos. ¿Qué ministro iba a comerse semejante marrón? Solo un Ábalos, valiente como el padre torero, maestro de primaria en excedencia, pero no te equivoques: en las FARC le llamaban «Comandante». Hombre afable con fama de tosco por culpa de la voz carrasposa. Es fácil entenderse con Ábalos, aquí y en Colombia. Si vuelve a la enseñanza, su asignatura debería ser la gramática parda.
Es un error confundir a Ábalos (echado por Sánchez a la basura cuando debió haberse arrojado él de cabeza) con su asistente, guardaespaldas, conseguidor, parásito, confidente y enchufado. En el bronce se debió entender como una machada del exministro, merecedora de brindis, lo de colocar a ese matón sin estudios, a ese bruto, como consejero de una empresa pública. «No sabe nada de trenes de mercancías». ¡No te fastidia! No sabe nada de nada. Bueno, sí, sabe dar palizas. Como sucede con tantos gorilas de discoteca (y él lo fue de cafeta, otro nivel), su sueño era entrar en la Policía o en la Guardia Civil. Pero ese destino está vedado al macarra. Ninguno de los escoltas policiales que me protegieron durante años tuvo que usar jamás la violencia. Su irrupción, su expresión, su presencia, tres palabras inequívocas en caso extremo, resolvían las frecuentes ocasiones de pelea. Quiero decir que habrían derivado en pelea sin ellos allí. Koldo, el policía frustrado, es lo opuesto a un policía.
Su protector Ábalos, sin embargo, no es lo opuesto a un alto cargo socialista. Es su eidos. Forjarse en negociaciones con las FARC no es poca cosa. La verdad es que, al llamarle comandante, los terroristas comunistas le mostraban respeto. Revelaré, viene a cuento, la sutileza con que intentó el acercamiento indirecto a Ciudadanos cuando nadie daba un duro por el pacto, empezando por Sánchez. Solo diré que hizo lo que pudo, que se adaptó con inteligencia a los interlocutores, y que si no se salió con la suya fue porque nunca tuvo una oportunidad real. Los personajes interesantes son ambiguos. Su proximidad con Koldo el Mascarilla es la parte oscura del exministro más bregado del sanchismo. El más leal, el más temerario, realista, versátil, sacrificado. Lo personal cubierto por un maleante con peligro. Una lástima.