Con Zapatero las cosas serán lo mismo que contra Aznar. Y, si todavía alguien aspiraba a un cambio de destino, sepa que, a la entrada de esta Arcadia feliz que ayer nos describió el lehendakari, cuelga el mismo letrero que Dante puso a la entrada de su infierno: «Abandonad toda esperanza».
Si alguien esperaba que el ambiente de diálogo y entendimiento que se ha abierto en todo el Estado español iba a inaugurar una nueva etapa de distensión también para Euskadi, se habrá sentido profundamente frustrado al escuchar ayer el discurso que pronunció el lehendakari en el Debate de Política General. De haber sido aquél su única fuente de información, ni siquiera se habría enterado de que el 14 de marzo se produjo un cambio de Gobierno en España ni de que el nuevo Ejecutivo que surgió de aquellas dramáticas elecciones inició un debate de calado sobre la reforma constitucional y se declaró receptivo a las propuestas de reforma estatutaria que surgieran de las asambleas autonómicas. A nada de ello hizo, en efecto, la más mínima referencia el discurso de ayer, pues nada de lo que ocurre en su entorno guarda relación alguna con este huerto cerrado que cultiva el lehendakari.
Tanto ensimismamiento no puede deberse a ceguera natural alguna. Debe haber, por el contrario, en él algo de voluntad deliberada de no ver, que es, según dicen, la causa de la peor de las cegueras. Pues tan evidente ha sido el cambio que se ha producido en la política española que quien se niega a verlo es porque no quiere afrontar la exigencia que de tal visión se deriva: la exigencia de adaptarse a la nueva coyuntura. Por eso, el lehendakari, en vez de responder al cambio que se ha producido en el otro con un gesto de reciprocidad, prefirió cerrarle los ojos y negarlo. Dio con ello a entender que la confrontación con Aznar le resultaba más cómoda, quizá por más rentable, que el diálogo con Zapatero. Y, con el fin de reproducir aquélla y evitar éste, no tuvo escrúpulos en manipular, con bastante mal gusto, por cierto, una casual coincidencia del actual presidente del Gobierno y miembros de Falange Española en una misma manifestación para presentarla como si de una auténtica alianza política entre ambos se tratara.
Todo va a seguir, por tanto, como estaba en este país que tan autista y aislado le gusta presentar al lehendakari. Con Zapatero las cosas serán lo mismo que contra Aznar. Y, si todavía alguien aspiraba a un cambio de destino, sepa que, a la entrada de esta Arcadia feliz que ayer nos describió el lehendakari, cuelga el mismo letrero que Dante puso a la entrada de su infierno: «Abandonad toda esperanza».
José Luis Zubizarreta, EL CORREO, 25/9/2004