SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 01/04/13
· El Aberri Eguna ya no es lo que fue, la fiesta ha perdido un poco de la gracia original que puso el fundador en frase que hoy tiene placa en las paredes de Sabin Etxea, la vieja casa familiar de los Arana, actual sede social del PNV: «Bendito el día en que conocí a mi Patria y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas». Ese día fue el domingo de Pascua de hace 131 años y la persona que le dio luz a su vida, aunque sin apagársela después, fue Luis Arana, su hermano mayor.
Era, como ayer dijo el presidente del partido, «el día más grande del año en nuestras casas» desde su institución el 27 de abril de 1932, que congregó a 60.000 personas en torno al jardín de la portentosa revelación en la que el joven Sabino comprendió a los 17 años que él no era español.
El de ayer fue, en consecuencia, el Aberri Eguna número 81 de la historia, aunque en rigor, casi la mitad no se hayan celebrado más que en la intimidad de cada familia nacionalista, por razones que no es preciso describir pormenorizadamente.
Decía que, en tiempos de Arzalluz, los discursos solían tener más chispa. Nadie como él para enunciar ese lío que el imaginario nacionalista se monta entre la historia y la fábula, entre los hechos y sus deseos. El de hace 10 años tuvo como lema «Ilusión por hacer» y a pesar de que el presidente había sido fraile antes de trajinar en la cocina, se tomó grandes licencias con las Sagradas Escrituras, confundiendo la destrucción de Jericó (Libro de Josué) con la reconstrucción de las murallas de Jerusalén (Libro de Nehemías). El Aberri de ayer supuso un paso más: La Patria nueva; y fue más correcto desde un punto de vista conceptual, aunque también más soso. El nuevo lehendakari tiene una hermosa voz de bajo, como para cantar Sixteen tons, pero debería cuidarse de los tópicos coloquiales. En un mismo párrafo de su discurso engatilló ayer los siguientes: «El Gobierno se tiene que apretar el cinturón. Lo que toca ahora es arrimar el hombro. Hay quien está como el perro del hortelano. El que quiera ayudar tiene la puerta abierta. El que no quiera ayudar, que no ponga palos en las ruedas».
El comienzo ya era muy prometedor: «La palabra y el respeto son de lo más grande que tiene este pueblo. Somos un pueblo de palabra. El nuevo Gobierno vasco es un Gobierno de palabra. Estamos cumpliendo la palabra dada». Lástima que, unos párrafos más adelante, negara el tópico con otro: «Lo nuestro no son las palabras. Dijimos que íbamos a hablar menos y hacer más. Lo nuestro son los hechos».
Era la primera vez en los últimos cuatro años que el lehendakari tomaba la palabra en el Aberri Eguna y aunque la fiesta fue algo fría y muy lejana en la asistencia a la primera, no careció de interés. Los dos debutantes, Urkullu y Ortuzar, emplazaron a ETA a desarmarse unilateralmente, y a la izquierda abertzale, a democratizarse. Ortuzar criticó, no sin razón, que el PSE sea más proclive a pactar con Bildu que con ellos. ETA ya no era ayer para el PNV la expresión del conflicto vasco. Algo es algo.
SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 01/04/13