Editorial-El Correo

  • Los fallos en cadena en el AVE y en Barajas agudizan la crisis de confianza en el Gobierno al cuestionar su capacidad de gestión de servicios públicos

La desesperación de miles de pasajeros por el caos sufrido en Barajas y en el AVE parece el reflejo de un Gobierno abonado al colapso y el sofoco. Aunque la corrupción constituye uno de los principal factores para desestabilizar un país, la gestión de los servicios públicos representa un ámbito más que sensible para la sociedad, sobre todo cuando no están a la altura o, como ha sido el caso, fallan con estrépito. La sucesión de agobios en la T 4 y en la línea ferroviaria entre Madrid y Andalucía en pleno arranque de la temporada de verano empaña la imagen turística de España. Y también amenaza con agudizar la crisis de confianza en el Ejecutivo de Pedro Sánchez, ya tocado por el ‘caso Cerdán’ y obligado a pedir disculpas por los reiterados fallos en la red de transportes.

Por muy justificados que puedan estar esos errores -atasco en el control de los pasaportes en el aeropuerto y una eventual sobrecarga de tensión en los trenes-,las imágenes de colas colosales en la terminal y de viajeros atrapados en vagones durante toda una noche, sin aire acondicionado ni agua, son un descrédito para un país moderno que, además, se enorgullece de su importante movilidad en la Unión Europea. Es cierto que la red ferroviaria de España es muy potente. La más amplia de Europa en cuanto a tramos de alta velocidad, aunque aún lastrada por evidentes carencias extensibles al resto de trayectos. La renovación de maquinarias y una reorganización de líneas de escasa competitividad por sus elevados tiempos comerciales son algunas de las mejoras necesarias en la que debe profundizar el Gobierno. Resulta sorprendente que el ministro que ha tenido que salir a dar explicaciones sobre el caos ferroviario no haya sido Oscar Puente como responsable de Renfe y Adif al frente de Transportes, sino el titular de Economía, Carlos Cuerpo, convertido en una especie de apagafuegos en el Gabinete de Sanchez por su talante moderado y menos dado a la beligencia que exhibe Puente ante las críticas.

Fatigado por el impacto de la corrupción y a la espera de las medidas correctoras que anuncie mañana Sánchez en el Comité Federal, el Gobierno tiene en la gestión y, sobre todo, en el empuje de la economía una tabla de salvación. En un país que va camino de los 50 millones de habitantes y que fue visitado el año pasado por casi 100 millones de turistas, el transporte se ha convertido también en una pieza esencial para el funcionamiento de la legislatura.