Decíamos ayer que a Pedro Sánchez ya le van conociendo hasta los suyos y que por esolos barones quieren hacer la guerra electoral por su cuenta y declinan la posibilidad de contar con él como ‘guest star’ para la campaña electoral. Por el bando contrario parece que a la oposición le de cierta pena dejar a Sánchez abandonado a sus propias fuerzas y hayan decidido echarle una mano.
¿Y cómo podrían? Muy sencillo: dejando que el argumentario se lo escriba la criatura más discapacitada, intelectualmente hablando, pongamos que la ministra de Igualdaad. No me extrañaría que cuando sigan escarbando en el famoso protocolo que han aireado Gallardo y el sanchismo, no encuentren otro fundamento escrito que la declaración de Irene Montero en Argentina, cuando contó que en España, a las mujeres que van a abortar, las «meten en camiones» y «les obligan a hacerse ecografías para mostrarles los fetos» con el fin de «convencerlas de que no interrumpan el embarazo”. En la versión de Gallardo hay además banda sonora, tic-tac, tic-tac, que diría el padre de los niños de Irene.
Mientras, Pedro Sánchez ha empezado a cambiar de conversación. El tema lo ha propuesto el vicepresidente de C y L con gran entusiasmo y el Tribunal Constitucional se ha remangado la toga para entrar en la materia. Conde-Pumpido ya ha detallado su calendario: el mes que viene van a ver el aborto y la eutanasia y en marzo otra de las grandes virguerías del sanchismo: la ley Celaá. Trece años llevaba vigente la ley del aborto de Zapatero, también llamada Ley de Plazos, que con tanto entusiasmo propulsaron las ministras Pajín y Aído. Es verdad que Pumpido no necesitaba Gallardo para intervenir. Su mandante Sánchez preguntaría ¿de quién depende el presidente del Constitucional? Pues ya está, lo habían puesto para eso. Zapatero justificó su ley con una de sus más pedestres falacias: “no quiero que ninguna mujer vaya a la cárcel por abortar”. Nunca hubo condena alguna para ninguna mujer por someterse a un aborto: ni con ZP, ni con su antecesor Aznar, ni con Felipe González ni con Adolfo Suárez. Ni la hubo después con Mariano Rajoy. Uno piensa que la ley de Felipe para despenalizar aquellos supuestos era lo adecuado.
Otra de las falacias cumbre en todo este proceso ha sido la confusión de la despenalización con la consideración del aborto como un derecho, que ayer mismo reclamaba la portavoz del Gobierno con muchísima convicción y que han reclamado todas las almas progresistas y bellas de la izquierda, también mi querida Elvira, también.
Es harto patético que la mayor expectativa de supervivencia política para Sánchez en este año de doble cita electoral dependa de la saña que pongan los dos partidos de la oposición en su agresión mutua. No creo que exista el protocolo del que blasona Gª Gallardo y que denuncian los sanchistas y existe un riesgo cierto de que los dos antagonistas máximos, PP y Vox hagan fracasar la manifestación del día 21. Mientras, la mayor precisión argumental la ha aportado el presidente Fdez. Mañueco en su carta a Pedro Sánchez, donde le rogaba “que abandone los esfuerzos de su Gobierno en cuestiones ficticias para poder centrarse en la realidad y en sus competencias”. Esa es la cuestión.