Antonio Casado-El Confidencial
- Las advertencias del Gobierno a la Junta de CyL, comprometida a respetar la voluntad de la mujer, son ganas de marear la perdiz
Según los pregones mediáticos de la Moncloa, Vox le ha colado el aborto a Núñez Feijóo en el arranque de la campaña electoral. La tesis, manufacturada como titular de una crónica informativa, sirve para repicar el estribillo de que el PP está en manos de la ultraderecha. Como prueba, se aportan los esfuerzos del candidato alternativo a la Moncloa por eludir el tema.
Se pone a huevo la oportunidad de hacer un paralelismo perfecto con los esfuerzos de la Moncloa por eludir el tema catalán y apedrear a los amplificadores mediáticos de la derecha que repican a todas horas el estribillo de que Sánchez está en manos de los grandes objetores del Estado.
A ninguno de los dos bandos le falta fundamento en ese infantil intercambio de pedradas, pues tanto Vox como los enemigos del régimen del 78 forman parte de las respectivas ecuaciones de poder. A escala autonómica, en el caso del PP. A escala nacional, en el caso del PSOE. En ese sentido, cuando el presidente del Gobierno hablaba este fin de semana de la «coalición del miedo», en referencia preventiva a un indeseable Gobierno PP-Vox (nada descartable, a la luz de la aritmética de los sondeos), nos estaba remitiendo al refranero: «Haz lo que yo te digo, pero no hagas lo que yo hago».
Si al PP le ha salido un vicepresidente insumiso en su Gobierno de Castilla y León (García-Gallardo, de Vox), con un inoportuno protocolo antiabortista reñido con el prometido viaje de Feijóo al centro deshabitado, no es peor contratiempo que la vicepresidenta del Gobierno central (Yolanda Díaz, de Sumar) salga con un inoportuno canto al derecho de los catalanes a decidir su futuro político.
Aquí la comparación es desigual. El protocolo antiabortista patrocinado por Vox en Castilla y León ha puesto en bandeja de los dirigentes nacionales, castellanos y leoneses del PP la oportunidad de declarar innegociable la libre voluntad de las mujeres a la hora de decidir sobre el fruto de su vientre. Y la han aprovechado. Pero al mismo tiempo, la número tres del Gobierno central se ha pasado por el arco del triunfo la aparente firmeza del no es no de Sánchez al derecho de autodeterminación, así como su plagiada sentencia (de otro Sànchez, Jordi, exdirigente de Junts) de que «el procés se ha terminado».
Nadie va a obligar a una mujer a escuchar el latido del feto o a someterse a tratamiento psicológico, si no quiere
Hemos acusado recibo de las declaraciones del presidente de CyL, Fernández Mañueco («Garantizamos la libertad de elección de la mujer»), así como las del consejero de Sanidad y, antes, las del portavoz electoral del PP a escala nacional, Borja Sémper, dejando claro que su partido no incumplirá la ley interfiriendo en la voluntad de una mujer que venga de casa con la decisión tomada de abortar o no abortar, dentro de la ley.
Nadie va a obligar a una mujer a escuchar el latido del feto o a someterse a tratamiento psicológico, si no quiere hacerlo. Así que solo a la voluntad de hacer ruido y marear la perdiz obedece el requerimiento del Ministerio de Sanidad a la Consejería de Sanidad de la Junta para que «se abstenga de aprobar o aplicar medida alguna que vulnere la actual normativa con respecto a la interrupción voluntaria del embarazo».
Nos gustaría escuchar por boca del presidente el «no nos dejaremos someter por minorías»
Sin embargo, no hemos escuchado ninguna voz que, en nombre de la Moncloa, desautorice a su vicepresidenta segunda porque, según Pedro Sánchez, todo lo que no sea «escudo social» (SMI, subida de las pensiones, ayuda a las familias), que es justo y necesario, son «ganas de hacer ruido y seguir mareando la perdiz».
No acabo de entenderlo, porque al presidente siempre se le ha llenado la boca con alusiones a la desinflamación del conflicto catalán gracias a la hospitalidad ofrecida por el BOE a las pretensiones del independentismo catalán. Si tan seguro está de eso, ¿por qué no presume de sus medidas desjudicializadoras en vez de aplicarles una calculada sobredosis de amnesia en su discurso electoral?
En referencia a las amistades peligrosas de unos y otros, a algunos nos gustaría escuchar por boca del presidente Sánchez el «no nos dejaremos someter por minorías» (Feijóo dixit). Palabras, al fin y al cabo. Y ante las palabras, todas las precauciones son pocas, como decía Céline. Pero peor todavía es la falta de palabra, como dice Alsina.