- Como lo político no es suficiente para el que se cree por encima del bien y del mal, ha convertido el aborto en un derecho garantizado por la Constitución
El síndrome del Elíseo no se ha descrito bajo ese nombre, pero es como el de la Moncloa multiplicado por mil. No hay espacio aquí para glosar las relaciones de Giscard d’Estaing con el caníbal Bokassa. «Para mi pariente y mi amigo, el presidente vitalicio de la República Centroafricana, Jean Bedel Bokassa» –escribió Giscard a modo de dedicatoria en el «libro de oro» del caníbal en agradecimiento por los diamantes que su pariente y amigo le acababa de regalar. La protección a la ETA, que hizo de Francia un «santuario» para los terroristas, solo terminaría con la llegada de Sarkozy, hoy condenado por financiación ilegal de una campaña electoral. Una nadería para el sanchismo, por cierto, que solo ve condenable al político que roba para enriquecerse personalmente. Chirac se alió con Zapatero, Putin y el empleado de este, el entonces canciller Schröder, para que no se cortara el suministro de uranio a Irán. Esta larga introducción nos lleva hasta el pequeño Macron, acaso el más decepcionante y endiosado de los napoleoncitos que produce el síndrome del Elíseo. Como lo político no es suficiente para el que se cree por encima del bien y del mal, ha convertido el aborto en un derecho garantizado por la Constitución. Solo existe un precedente: el de la Constitución comunista yugoslava. Claro que el comunismo siempre ha sido nihilismo y desprecio a la vida humana por definición. Este nuevo vuelco francés a la civilización judeocristiana y grecorromana lo ha apoyado todo el abanico político. Todo.