JAVIER RUPÉREZ es Embajador de España, EL IMPARCIAL 01/02/13
· Quizás por una rara y feliz coincidencia, la aparición en las pantallas cinematográficas de “Lincoln”, la última película de Steven Spielberg, que tantas razones tiene para obtener el Oscar a la mejor película de 2012, coincide en el tiempo con el 150 aniversario del decreto sobre la emancipación de los esclavos, promulgado por Lincoln el 1 de Enero de 1863. La película recoge un momento posterior: el de las maniobras políticas que el 16 Presidente de los Estados Unidos debió poner en marcha para garantizar la aprobación por el Congreso de los Estados Unidos de la enmienda constitucional —la número 13- que abolía la esclavitud en todo el territorio del país, y que, tras su ratificación por los Estados de la Unión, entró en vigor en Diciembre del año 1865. Ambos son momentos estelares en la historia americana y recuerdos permanentes de la aportación que Lincoln hizo a la consolidación de los propósitos fundacionales del país. Ambos se producen en el transcurso de la Guerra Civil, cuando la nación debate de manera sangrienta su mismo futuro en unidad.
Ambos tienen lugar en un complejísimo panorama politico, económico, militar e internacional, que la película de Spielberg describe con precisión para con ello resaltar las capacidades de visión y liderazgo que Lincoln supo poner en marcha para alcanzar sus objetivos. Y que entre otras virtudes incluía la de integrar en el equipo de sus colaboradores en el Gabinete gubernamental a gentes que se habían distinguido por mantener posiciones y actitudes no siempre concordes e incluso contrarias a las propugnadas por el Jefe del Ejecutivo. No eran amigos personales sino adversarios los que compartían con Lincoln las tareas de gobierno pero a los que a los que él respetaba por su capacidad intelectual e independencia de juicio. Es de nuevo la película de Spielberg la que refleja adecuadamente esa realidad. Parte de su inspiración se encuentra en “Team of Rivals: The politicial genius of Abraham Lincoln”, el texto escrito por Doris Kearns Goodwin en 2006, adecuada descripción de esa conflictiva pero al mismo tiempo exitosa colaboración.
Pero en ninguna manera se menoscaba la grandeza del empeño antiesclavista del Presidente Lincoln si al mismo tiempo se recuerda que su principal compromiso, en respuesta a las obligaciones que había contraído al jurar la Constitución de los Estados Unidos, era el de mantener la unidad del país frente a los Estados secesionistas del Sur y es en ello donde invierte su esfuerzo, todo su capital político y, al final de la historia, su propia vida. En su primer discurso inaugural, en 1861, cuando ya Carolina del Sur ha anunciado su voluntad separatista, define con claridad las prioridades de su tarea. Por una parte, se dirige de manera tranquilizadora a los esclavistas al manifestar que no tiene la “intención de interferir directa o indirectamente con la institución de la esclavitud allí donde existe.
Creo que no tengo ningún derecho legal para hacerlo y no me siento inclinado hacia ello”. Pero por otra parte afirma el carácter “perpetuo” de la Unión, “más antigua que la Constitución”, cuyo propósito era precisamente el de conseguir “una Union mas perfecta”. Termina su alocución, mas larga y apasionada que otras de las suyas, tendiendo la mano a los independentistas pero también avisándoles de las consecuencias de sus actos si no renunciaban a sus planteamientos:”En vuestras manos, y no en las mías, compatriotas insatisfechos, esta la grave cuestión de la guerra civil. El Gobierno no irá en contra de vosotros. No tendréis conflicto si no sois vosotros mismos los agresores. No tenéis registrado en el Cielo ningún juramento para destruir al Gobierno, mientras que yo tengo el muy solemne de “preservarlo, protegerlo y defenderlo””. El 12 de Abril de 1861 los confederados atacan a la guarnición de la Unión atrincherada en Fort Sumter, Carolina del Sur. Había comenzado la Guerra Civil.
Como bien señala Martin Alonso en “Ahora, y para siempre, libres. Abraham Lincoln y la causa de la Union” (Gota a Gota, Madrid, 2011), “Lincoln fue a la guerra por la Unión, o mejor dicho, “unos harían la guerra para evitar que la nación sobreviviera y otros aceptarían la guerra para evitar que la nación pereciera”…La Constitución y la nación que la había otorgado eran los únicos garantes de la libertad individual y de la igualdad de los ciudadanos ante la ley. La secesión hubiera supuesto la conculcación de todos y cada uno de los derechos constitucionales de los ciudadanos del Sur, pero además habría hecho un daño irreparable a la democracia en el Norte. Lincoln sabía muy bien que la secesión ilegal sancionaría el principio de que en todo momento y lugar es posible para cualquier minoría destruir las leyes orgánicas del gobierno, es decir, convertir cualquier sistema de gobierno en una anarquía…la anarquía termina fatalmente en despotismo”. Y añade:”Lincoln no era un nacionalista americano opuesto a nacionalistas confederados. Era un constitucionalista liberal opuesto a una oligarquía escasamente respetuosa con la Constitución y las leyes. No siempre quien se enfrenta al secesionismo es un nacionalista de signo diferente ni tiene como meta violar los derechos individuales o colectivos de los secesionistas…Abraham Lincoln fue el padre de una nación porque se negó a contemporizar con los que querían enterrarla… no vaciló nunca”.
Parecidas reflexiones se encuentran en un reciente artículo de Nancy F. Kohen (“New York Times” de 29 de Enero de 2013) titulado “Abraham Lincoln as management guru” y en el que, extrayendo lecciones del comportamiento presidencial para la gestión de los negocios, escribe:”Hacía tiempo que Lincoln se había opuesto a la expansión de la esclavitud, considerándola equivocada tanto moral como políticamente, porque violaba los derechos de todos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, tal como recoge la Declaración de Independencia. Pero también había dejado claro que preservar la Unión era más importante que intentar directamente la abolición de la esclavitud.”
Abraham Lincoln, al que Daniel Day Lewis de vida de manera estremecedora en la película de Spielberg, tiene muchas y buenas razones para figurar en la historia de los Estados Unidos, y seguramente en la historia de la humanidad, como uno de sus grandes visionarios. Y el haber contribuido significativamente a la prohibición de la esclavitud ciertamente figurará en su biografía de manera destacada. Aunque seguramente su mayor éxito, sin el que la liberación de los esclavos no hubiera sido posible, fue el de mantener la Unión y el de hacerlo como instrumento para asegurar a todos el derecho a la vida, la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Y además, en palabras inolvidables, pronunciadas en Gettysburg en Noviembre de 1863, garantizar que “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la faz de la tierra”. Recordatorio imprescindible, lección permanente, guía necesaria, reflexión hoy tan viva como lo fuera hace 150 años.
JAVIER RUPÉREZ es Embajador de España, EL IMPARCIAL 01/02/13