Florencio Domínguez,EL CORREO, 23/10/12
La derrota sufrida el domingo por los socialistas se hace más dolorosa por la sensación que tiene el PSE de que no ha sido valorada debidamente su gestión al frente del Gobierno vasco durante los últimos cuatro años. Tienen el sentimiento de ser víctimas de una ingratitud inmerecida.
La pérdida de votos y escaños por parte del PSE es el resultado, en gran medida, de la pasividad de su propio electorado que ha decidido quedarse en casa, que no se ha movilizado ni ha acudido a las urnas. No hay más que ver, por ejemplo, los índices de abstención registrados en aquellos municipios que han sido tradicionalmente los bastiones del socialismo vasco, tanto en Gipuzkoa como en Bizkaia.
Si uno examina los datos correspondientes a localidades como Barakaldo, Sestao, Portugalete, Santurtzi, Ermua, Irún, Rentería o Zumárraga se aprecia que la abstención es en todas ellas más alta que la media y que en el caso más extremo llega a ser seis puntos más elevada. Lasarte es uno de los pocos feudos socialistas con un índice de abstención inferior a la media y el resultado es un triunfo destacado del PSE.
Patxi López tiene razón al constatar que no han sido capaces de activar a su electorado tradicional, justo lo contrario de lo ocurrido en el nacionalismo donde la pugna entre el PNV y EH Bildu ha provocado una movilización intensa de sus bases sociales.
Ahora cabe preguntarse los motivos. Además de las cuestiones relacionadas con la política general española, la situación interna del PSOE y el papel del Gobierno de Zapatero en la gestión de la crisis, que todo suma, uno de los motivos de la desafección es que los votantes de socialistas y populares se muestran más activos en los comicios generales que en los autonómicos. Pero hay otras causas más relevantes. Probablemente, un factor importante es que ni el PSE ni el PP han sido capaces de legitimar y prestigiar ante sus bases el pacto que han mantenido durante la legislatura. Y cuando no se es capaz de explicar bien lo que se hace no hay forma de conseguir luego capitalizarlo políticamente.
El acuerdo entre el PSE y el PP fue cuestionado de manera radical desde el principio por el PNV que no sólo estaba molesto con una alianza que le apeaba del poder, lo que es normal, sino que incluso impugnó la legitimidad democrática del pacto, extremo que resultaba excesivo. Ninguno de los dos protagonistas fue capaz de contrarrestar esa campaña, actuando en ocasiones como si el acuerdo que sostenía al gobierno fuera algo que les avergonzara. Además, como el pacto se rompió antes de tiempo provocando el adelanto del fin de la legislatura, a la hora de hacer balance de estos años a los dos firmantes les ha resultado imposible presentar como un éxito aquella importante decisión política.
Florencio Domínguez,EL CORREO, 23/10/12