Jorge Martínez Reverte- El País
Marta Rovira, la nieta del alcalde franquista de Sant Pere de Torellá, no tiene derecho a decir que en Cataluña no había franquistas
Nadie es culpable de los abuelos que tiene, pero todo el mundo es responsable de administrar los pedazos de memoria que nos hayan legado. Sea o no admirable la persona, sea o no despreciable, la figura de los abuelos se hereda, y hay que hacer algo con esa herencia. Lo que no sirve de nada es ocultarla.
Por ejemplo, pongamos que una señora es secretaria general de un partido nacionalista y xenófobo, y perdón por la redundancia.
Y pongamos que la señora ha tenido un abuelo que fue alcalde franquista de una localidad catalana. Está claro que la conducta de la señora ha estado marcada por la libertad que como mujer y como ciudadana ha conquistado, porque supongo que tuvo que hacerlo a pesar de ser la nieta del alcalde.
La señora en cuestión tiene todo el derecho del mundo a pensar que su abuelo era un príncipe o un canalla. Como tiene derecho a silenciar su opinión al respecto o a echarla al pregonero, según le venga en gana.
A lo que no tiene derecho esa señora es a aceptar los postulados de su partido, que dice que la Guerra Civil era una guerra de España contra Cataluña. Porque el abuelo se llamaba Vergés de apellido y era catalán, y como buen alcalde franquista presumiría de la españolidad de Cataluña. Porque, como a lo mejor recuerda la señora, los franquistas no eran constitucionalistas pero sí estaban a favor de la unidad de España. Y su abuelo era de esos.
Hay una gran mentira que se va haciendo cada vez mayor en Cataluña, gracias a algunos políticos y a demasiados profesores de instituto y de universidad. Esa mentira consiste en decir que el sentimiento unionista es sólo de españoles y de fachas.
Esta señora está muy familiarizada con las mentiras que el llamado procés ha extendido para empañar la imagen de los constitucionalistas. Por eso su contribución ha sido decisiva en el asunto repugnante de la presunta amenaza de los muertos tirados por las calles, según ella lanzada por algún representante político del Gobierno. La mentira es de un calibre enorme, como lo pone de manifiesto el que haya sido entusiastamente apoyada por Mireia Boya, una representante de la CUP conocida por sus opiniones xenófobas.
Marta Rovira i Vergés, la nieta del alcalde franquista de Sant Pere de Torelló, no tiene derecho a decir que en Cataluña no había franquistas, ni que el Gobierno amenazó con muertos. Fue Puigdemont quien inventó la patraña.
Y su abuelo se declaraba “ni de izquierdas ni de derechas”. Igual que Franco.