Ignacio Camacho-ABC
- La clave de hoy no es el tamaño de la victoria del PP sino el de la derrota del sanchismo en su antiguo feudo político
Extremadura es el principio de una nueva intentona del PP por acabar con Sánchez a bocaditos. Estrategia dudosa que ya fracasó una vez; en la pasada legislatura los populares le infligieron cuatro golpes seguidos para acabar marrando en el momento decisivo. El éxito de hoy, de cualquier modo, no está en peligro. La única incógnita no es siquiera el tamaño de la victoria de Guardiola sino el de la derrota del sanchismo en el territorio que hasta no hace mucho constituía uno de sus más sólidos latifundios políticos.
Si no se equivocan las encuestas, cuyo pronóstico resulta en teoría más fácil en una región pequeña, la facturación de las derechas superará con holgura el cincuenta por ciento del voto, tal vez acercándose al sesenta. Un resultado así supondría –o mejor habría que decir supondrá– un descalabro monumental para el partido que gobernó durante 36 años y con holgadas mayorías la comunidad extremeña, y que todavía en 2023 consiguió ser la primera fuerza. Los socialistas temen que estas elecciones sean sea la muestra inicial de un significativo cambio de tendencia, un vuelco a escala nacional, el preludio de una caída completa.
El Gobierno se aferra, como triste consuelo preventivo, a la expectativa de que la crecida de Vox devuelva a la actual presidenta autonómica al punto de partida, es decir, a la dependencia de la formación de Abascal para articular una mayoría. Esa hipótesis, la más probable en términos de realidad objetiva, es su máxima aspiración, la que le permitiría camuflar el presentido batacazo propio lanzando su poderosa maquinaria propagandística a denunciar el adelanto electoral como una maniobra fallida y a aventar el miedo a la involución ultraderechista.
Al PP, como de costumbre, se le ha hecho bola el tramo final de la campaña. Primero vendió la posibilidad verosímil de la mayoría absoluta a sabiendas de que se trataba de una meta bastante lejana, y luego ha cometido errores –como el de ausentarse del debate televisado– susceptibles de perjudicar a su candidata. Si sabes que vas a ganar no puedes ofrecer el mínimo resquicio a la desconfianza, y menos dar una ‘Espantá’ como la que le costó a Feijóo los últimos votos que necesitaba. Sobre todo si los rivales son pesos ligeros sin media bofetada.
Aun así, a Guardiola le bastará con sacar más votos que la izquierda para garantizarse una investidura en solitario. Pero a partir de ahí cada medida y cada presupuesto se convertirá en una prueba de su liderazgo… y del compromiso de su jefe de filas de no gobernar con Vox en ningún caso. A Sánchez no le va a importar el batacazo; lo tiene descontado y se conforma con que el aforamiento de Gallardo le sirva para aplazar el inminente juicio a su enchufado hermano. El mayor riesgo es siempre del vencedor, que es el (o la) que debe demostrar a los ciudadanos que el precipitado llamamiento a las urnas sirve para algo.