Editorial El Mundo
LOS EFECTOS políticos a raíz de la sentencia de Gürtel y la decisión de Pedro Sánchez de abanderar una moción de censura contra Mariano Rajoy han hecho embarrancar la legislatura. A estas alturas, queda claro que el Gobierno no dispone de una base parlamentaria sólida para seguir adelante. La ruptura del pacto de investidura que ayer verbalizó Albert Rivera apuntilla al PP, mientras el líder del PSOE continúa sin concretar con qué socios y con qué objetivos pretende aspirar a suceder a Rajoy. El escenario resultante es el colapso de un mandato que ya no es viable. Si el Gobierno no tiene los apoyos suficientes y si el líder de la oposición se muestra incapaz de recabar los votos necesarios para desbancar al Ejecutivo, lo más sensato y razonable es que los principales partidos alcancen un acuerdo para ir a elecciones generales, cuya convocatoria significaría un ocaso digno para un tiempo político periclitado.
Que la Mesa del Congreso, en sintonía con el PSOE, haya fijado para este jueves y viernes el debate de la moción significa que todas las partes tienen interés en superar la incertidumbre actual. Ciertamente, la inestabilidad generada por la temeridad de Sánchez debe acabar cuanto antes, especialmente, teniendo en cuenta su oneroso impacto económico. El problema ahora para el secretario general del PSOE es que corre el riesgo de toparse contra el mismo muro de hace dos años: la falta de una mayoría alternativa a la que permitió a Rajoy su reelección. Sánchez registró la moción el viernes a primera hora de la mañana. Lo hizo antes de su Ejecutiva y sin consultarlo con los barones. Ha recibido el plácet del Comité Federal a condición de no franquear la línea roja del acuerdo con los independentistas –que ya le han puesto precio a su respaldo a los socialistas–, aunque Ciudadanos sólo está dispuesto a respaldar una moción instrumental con un candidato de consenso, opción a la que Podemos se sumaría.
Con el 155 activo y en un momento en el que el desafío soberanista sigue lejos de ser embridado, Sánchez no está en condiciones de pactar con los secesionistas poniendo en almoneda la unidad nacional y el modelo territorial. Sin embargo, el hecho de que estos días se especule con esta posibilidad es fruto no sólo de la torpeza de Ferraz, que ha concebido y ejecutado la moción sin atar antes los apoyos suficientes, sino de los vaivenes de Sánchez, que en primera instancia se abrió «a los 350 diputados» del Congreso y al día siguiente cerró la puerta a negociar con los separatistas. El ya candidato socialista puede ganar o perder la moción aritméticamente. Desde el punto de vista político, y aun discursivo o de imagen, el balance hasta ahora resulta lesivo para el PSOE. En todo caso, para España, lo importante es pasar página lo antes posible a este periodo de inestabilidad, lo que requiere de forma inexorable un adelanto electoral.