- Dada la adscripción demócrata del frustrado magnicida, si uno fuera tan riguroso como los ‘woke’, les clavaría una sinécdoque con barrido de pierna y mataleón. Y titularía. «Los demócratas intentan asesinar a Trump»
Hubo un censor, un dictadorzuelo vocacional, que se encaramó a su butaca de comisario europeo y amenazó a Elon Musk con graves sanciones si entrevistaba a Trump. Pues bien, acaba de dimitir por despecho: el altivo Breton creía asegurada su permanencia en el órgano que pilota Von der Leyen contra los intereses de Europa. A fin de cuentas lo proponía Macron. Pero Von der Leyen (ama severa, disciplina germánica) ha solicitado otro candidato al diosecillo olímpico del Elíseo, ya sea por la sobrada del primero amenazando al tío más rico del planeta y a un expresidente de EE.UU. a punto de volver a serlo, ya sea porque la alemana será perversa pero no necesariamente estúpida, y a todo cuanto proponga Macron ella responde en plan Felí Gonzá del 81-82: de entrada, no. Como fuere, es digno de celebración que Thierry Breton se largue. En España le toma el relevo Sánchez en materia de amenazas a la libertad de expresión, que ya viene con la bestia censora tensando la correa. El autócrata la azuzará contra el primero que mencione a Begoña. Quiero decir alguno de los usos de lo público en interés particular.
Pero a lo que yo iba es a los cuatro intentos fallidos, por ahora, de acallar a Trump. Uno ya consta: el del caído comisario bocas. ¡Adiós, Thierry, adiós! ¡No hace falta que llames, ya te llamaremos nosotros si eso! El otro empieza a constar, y nos conduce al amaño del debate Trump-Harris. Tongo con preparación minuciosa. Teatral, diríamos. La cadena ABC se habría confabulado con el equipo de la nueva musa woke para chivarle las preguntas, arrojar falsas verificaciones a Trump y servirle a ella el debate. Interpretaron un papel, se ciñeron a un guion. ¿Que quién lo dice? Para empezar, lo denuncia el exasesor de los Clinton Mark Penn en el Wall Street Journal, donde pide a la cadena que proceda a una investigación interna «sobre la preparación y ejecución» del debate. A continuación, se acerca la declaración jurada de una fuente interna (periodista de ABC) confirmando que el equipo de Harris recibió las preguntas con antelación y que los moderadores recibieron órdenes de no hacerle el fact checking a ella, solo a él. ¡Ojo, que te meto un fact checking!
Las otras ocasiones recientes en las que han querido cerrar la boca (pero para siempre) a Trump son los dos recientes intentos de asesinato. Del uno se sabe tan poco que se convertirá en leyenda, se harán películas y se escribirán cien libros. Con el segundo espontáneo armado dispuesto a rematar la faena se imponen algunas reflexiones. Primera: si las dos tentativas de magnicidio se hubieran dirigido a Harris, hoy EE.UU. estaría en llamas. Segunda: si el servicio secreto sigue así de negligente, pronto lograrán su objetivo. Tercero: dada la adscripción demócrata del frustrado magnicida, si uno fuera tan riguroso como los woke, les clavaría una sinécdoque con barrido de pierna y mataleón. Y titularía. «Los demócratas intentan asesinar a Trump».