ABC 27/03/16
RAMÓN PÉREZ-MAURA
· Esto de que descansen los terroristas parece ser algo que preocupa mucho a los belgas
Se imagina usted que un atentado como el de Bruselas hubiese tenido lugar en España? Quiero decir un atentado en el que el autor hubiera sido deportado por las autoridades turcas y nuestro Ministerio del Interior (en funciones o a pleno rendimiento, para el caso da igual) no lo hubiera detenido por considerarlo un simple raterillo. ¿Conciben en qué punto del planeta tendría que estar escondido a estas horas –y con razón– el Jorge Fernández de turno?
Como bien decía el pasado jueves en estas páginas Javier Rupérez se está librando una guerra de exterminio contra Occidente. Y quienes la promueven tienen terminales entre nosotros. Y su audacia, como se ha explicado en ABC, es inaudita: hasta están dispuestos a detonar centrales nucleares por la simple razón de que viven en la certeza de que ellos y los suyos se irán al paraíso y nosotros al infierno. Y aquí paz y después gloria.
A primera vista muy poco ha cambiado después de los atentados del martes pasado. Se confirma que tenemos en Europa guetos que no son fruto de la marginación política o social, sino que están creados como resultado del multiculturalismo. Guetos en los que se educa en el resentimiento a los valores de la sociedad en la que está esa comunidad. Y guetos, al fin, en los que se se da cobijo –y algo más– a quienes perpetran unos ataques terroristas que para ellos son batallas de una guerra santa. Si a ello añadimos la flagrante incompetencia policial de un gobierno como el belga, se junta el hambre con las ganas de comer.
En España es inimaginable que un personaje como Ibrahim al-Bakraoui pudiera ser deportado desde Turquía y España rechazara la deportación en lugar de recibirlo e investigar sus detalles hasta el más mínimo, como se hace cada día con decenas de españoles sospechosos de querer ir o haber ido a combatir con el Daesh. Pero claro, en Bélgica, después de detener hace una semana a Salah Abdeslam, el responsable de la matanza del Bataclan, que llevaba cuatro meses moviéndose con facilidad por el gueto de Molenbeek, su interrogatorio por la policía belga duró sólo una hora porque aparentemente estaba cansado. Esto del cansancio de los terroristas parece ser algo que preocupa mucho a los belgas, que siguen tramitando –sin precipitaciones– la derogación de la ley que impide registrar viviendas –en las que puede haber terroristas– entre las 21,00 horas y las 5,00 para no molestar el descanso de los vecinos.
Lo que debería haber cambiado con la barbarie del pasado martes, para lo que debería servir el martirio de Jennifer García Scintu y otra treintena de personas, es para que entendamos todos que en tiempos de guerra hay que aceptar recortes en nuestras libertades. Recortes como la necesidad de establecer un Registro del Nombre de Pasajeros (RNP) en los vuelos que permita cotejar destinos de personas. Por supuesto que eso es una intromisión en nuestra privacidad, pero si no lo hacemos de una vez la intromisión la acabará perpetrando un asesino islamista. Y se vive mucho mejor con un RNP que con los terroristas yendo a Siria e Irak con la libertad que lo hacen ahora.