LUIS VENTOSO – ABC – 16/17/16
· Eso dice Valls, que habrá que habituarse al terrorismo.
Uno de nuestros sobrinos, un chaval de 16 años, se encuentra estos días en Niza estudiando francés. El jueves se pasó parte de la tarde con unos amigos en el paseo marítimo, adonde iban a diario. Luego subió a casa a cambiarse, con la idea de bajar de nuevo allí. Cuando iba a salir a la calle, escuchó un enorme alboroto de sirenas y supo lo que acababa de suceder.
«Estamos ya en una guerra abierta con los musulmanes», le comenté en caliente a mi mujer cuando conocimos lo del camión, atónitos y sobrecogidos, como todo el mundo. Ella, que es menos polvorilla, me corrigió: «No; estamos ante un problema terrible de terrorismo, causado por una facción minoritaria de musulmanes fanáticos».
Breivik, aquel neonazi que acribilló a 69 jóvenes en un islote de Noruega, era luterano. Tampoco era musulmán McVeigh, autor del atentado de Oklahoma (168 muertos); ni James Holmes, que irrumpió en un cine de Colorado y asesinó a doce personas; ni Alan Lanza, que mató a veinte niños y seis adultos en una guardería de Connecticut; ni el tirador de la semana pasada en Dallas. También es cierto que toda la cadena de espantos islamistas que nos descorazona está muy lejos de las dimensiones de las carnicerías que organizamos los europeos entre 1914 y 1918 y desde 1939 a 1944.
Pero aun así, hacemos el avestruz cuando no asumimos, con todas sus consecuencias, que radicales enajenados por una interpretación extremista del Corán vienen a por nosotros. Quieren hacernos el mayor daño, insufrible e inimaginable.
El primer ministro Manuel Valls pronunció ayer una frase lamentable: «Hemos entrado en una nueva era y Francia deberá acostumbrarse a vivir con el terrorismo». Valls retrata así uno de los males de la Europa actual: la pusilanimidad a la hora de defender activamente sus principios y su modo de vida. No, señor Valls, no tenemos que acostumbrarnos, lo que tenemos que hacer es defendernos y derrotarlos.
¿Por qué siguen tolerando los gobiernos occidentales que las redes sociales de los gigantes informáticos se utilicen para la apología del terrorismo islámico? ¿Cómo puede ser que hayamos remoloneado frente a Daesh durante tres años, permitiendo que construyesen un Estado terrorista, banderín de enganche y acicate del odio de musulmanes desequilibrados de todo el planeta? ¿Quién controla lo que se habla en las mezquitas europeas? ¿Cuándo se va a reconocer que la prédica del sectarismo wahabista, la siembra que trae esta cosecha, fue sufragada por algunos de nuestros «tradicionales aliados» petroleros? ¿Por qué permitimos que circulen por nuestras ciudades mujeres emparedadas en el burka, esgrimiendo así que son seres inferiores? ¿Por qué no se deporta a toda persona que acredite con hechos o palabras que detesta nuestras libertades y democracias? ¿Cómo puede ser que en la rutilante City de Londres se permite que haya firmas cuyo código de conducta interno es la sharia medieval? ¿Por qué no se da una batalla cultural-moral en serio contra el importante volumen de musulmanes europeos que abominan de las libertades ilustradas que distinguen a Occidente? Cualquier cosa menos «acostumbrarse» a que te maten.
LUIS VENTOSO – ABC – 16/17/16