ARCADI ESPADA-EL MUNDO
CARTAS A K.
El partido Podemos presenta a las próximas elecciones por la ciudad de Ávila a una mujer que hace treinta años fue condenada por asesinato. Hoy Lucas de la Cal da nuevos datos sobre el caso en el suplemento Crónica. Es un caso raro. La gente como Pilar Baeza suele vivir lejos del foco, retiradamente, blindada por un cierto pudor. Matar a alguien aún supone algo en nuestra época anacoluta. Los partidos políticos suelen querer para sus listas personas cuya ejemplaridad no se reduzca a la circunstancia de haber respetado el Código Penal. El ideal de un partido político es buscar personas ejemplares. De ahí que la decisión suponga, aparentemente, un doble atrevimiento. Pero quizá puedan hacerse algunas objeciones a la apariencia.
La primera arranca de la reinserción. Pilar Baeza no tiene cuentas pendientes con la Justicia. Las que tenga con la vida están fuera de mi alcance. Puede decir que ya pagó y que sus derechos son los mismos de cualquiera que nunca hubiera sido condenado. La reinserción es un concepto jurídico, pero la psicología evolutiva lo fundamenta de un modo interesante cuando advierte de la ilusoria unidad del yo. Para decirlo drásticamente: a la candidata de Podemos no se le pueden pedir responsabilidades de ningún orden por lo que hizo la hija del tendero. De modo que en buena lógica, que algunos interpretarían como cínica, la candidata podría responder a los que hoy la interrogan: «Pregúntenle a aquella… que ya murió».
La comunidad podría estar en desacuerdo con ella y con la psicología evolutiva. Aun reconociendo los derechos genéricos de la excriminal podría dictaminar que la prescripción de un delito semejante no rige para una persona que aspira a la política. La comunidad toma sus precauciones más allá de la ley. Incluso la comunidad jurídica, ¡quién lo habría de decir! Como sabes y sufres, vivo estos días en el juicio a los presos nacionalistas. Han empezado a declarar los testigos. Las preguntas rituales con las que el juez los recibe son casi todas inadecuadas, vestigios insidiosos de un antiguo orden descrito en el artículo 436 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: «El testigo manifestará primeramente su nombre, apellidos paterno y materno, edad, estado y profesión, si conoce o no al procesado y a las demás partes, y si tiene con ellos parentesco, amistad o relaciones de cualquier otra clase, si ha estado procesado y la pena que se le impuso». Es fútil que se pregunte a un testigo por su estado civil. La opción entre jurar y prometer obliga a que el testigo exhiba sus credenciales religiosas (Excepto en el caso del meapilas catalán, que suele prometer para disimular). Pero lo más sorprendente es que deba informar de si ha sido procesado. No he sabido encontrar una cita que aclare el fundamento de esta última pregunta. Es probable que esté vinculado con el crédito que el testimonio merezca. La ciega Justicia guiña a veces el ojo.
Sin embargo, la comunidad podémica se ha decidido por la prescripción moral. Sería interesante saber lo que opinaría sobre la prescripción aplicable a un candidato de Vox que hace treinta años hubiera matado a una mujer. O sobre un condenado por corrupción. O sobre un abusador sexual. Las prescripciones son dinámicas. Dependen del delito, pero sobre todo de la consideración contemporánea que el delito merezca.
La penúltima semana de 1985 la revista Interviú publicó un reportaje sobre el asesinato en que se vio implicada Pilar Baeza. Es perturbador ver lo que ha hecho el tiempo con el periodismo. ¡A favor del periodismo, contra lo que suele propagarse! Han pasado 34 años de España pero parecen 300. Cuando pasen los próximos 34, serán 3000 para el que los observe. El autor del reportaje, Antonio Rubio, incluye un poco de making of en el texto. Lo llamé para que confirmara los extremos, como se dice, y lo hizo.
«Eran las 10.30 horas del lunes 9 de diciembre de 1985 cuando sonó el teléfono de la centralita de Interviú. Una voz de hombre, joven, quería hablar con alguien de la revista para contar, antes de entregarse a la justicia, que había matado a un hombre. A un hombre que había violado a su novia».
Pilar Baeza aparece fotografiada en el reportaje. Sonríe. Tiene lo que entonces se llamaba un rostro agraciado. El aspecto de su novio, Lolo, el asesino material, es serio. Deduzco que Interviú los invitó a comer antes de que se entregaran. La víctima está en la sombra y francamente no le ponen buena cara: un violador que tenía atemorizado a medio Leganés. Las víctimas son siempre un estorbo en esta clase de exclusivas. El último párrafo del reportaje resume la retórica triunfante:
«Lolo está en Carabanchel y María Pilar en Yeserías, pero en el ánimo de los dos permanece viva la posibilidad de verse y abrazarse de nuevo, porque los dos piensan que aquello ocurrió por amor y por lavar la ofensa que ambos habían sufrido».
Hace 34 años Pilar Baeza fue vengada por su hombre. La presentación del crimen quedó inscrita en las categorías hoy despreciadas del crimen pasional o de honor. Interviú camina firme y segura porque ha llevado a los asesinos ante el juez, pero también porque el amor es un poderoso atenuante. El partido Podemos camina firme hoy porque la violación es un poderoso atenuante y porque contra violación, castración, como decían aquellas pioneras violetas, este horrible color episcopal.
Hay asesinos con suerte. La suerte es indiferente a las actividades de los afortunados. Incluso se puede tener suerte siendo un buen hombre. Pilar Baeza entró en la cárcel de la mano de Interviú con el aura dramática y absuelta de la mujer que hizo vengar su honra. Las ochomesinas mantienen hoy viva el aura. Por eso se atreven a presentarla en una lista electoral. Es verdad que han apartado del foco al asesino para que caiga sobre la mujer supuestamente violada un cierto brillo a lo Casandra. Y que a la antigua honra –inevitablemente heteropatriarcal– la llaman ahora dignidad. Han pasado 34 años y sería de un enorme interés explorar el camino que va de la honra a la dignidad. Por si acaso fuera, respecto a la justificación de la venganza, un camino circular.
Antes me preguntaba qué candidato de Vox habría gozado de una prescripción semejante, en la ciudad de Ávila y despuntando la primavera. No sé cómo no vi que Lolo, macho vengador, habría concitado un insólito consexo.
Sigue ciega tu camino
A.