MIKEL LÓPEZ ITURRIAGA, EL PAIS 29/09/13
· Una polémica en el Facebook de la chef por la presencia de Boadella en su restaurante me hizo pensar que el calentamiento local comienza a hacer estragos en Cataluña.
Me había jurado a mí mismo no escribir jamás sobre la situación en Cataluña, salvo que viniera una horda de falangistas australopitecus blanquernis a mi casa y me obligara a ello bate de béisbol en mano. Por supuesto que me preocupa, pero a) dudo mucho que mi opinión interese a nadie más allá de mi tía y mi portera, y b) les imagino lo bastante hartos del magreo mediático del asunto como para reclamar su derecho a no leer más sobre él.
Ahora bien, mi yo en Facebook asistió el otro día a un episodio relacionado con el movidón catalán que me dejó con el culo torcido. Ada Parellada, popular divulgadora gastronómica y chef del Semproniana en Barcelona, suele publicar en su perfil fotos de personajes conocidos que pasan por su restaurante sin decir quiénes son. Este inocente juego promocional se tornó en polémico cuando el viernes colgó una imagen de Albert Boadella en su establecimiento.
La lluvia de comentarios -más de 100- no se hizo esperar. Unos mostraban su desagrado con el dramaturgo, impulsor de Ciutadans y bestia negra del nacionalismo; otros lo insultaban llamándole traidor, facha, ladrón y muchas otras burradas que seguramente divertirían a Boadella, y unos pocos poquísimos lo aplaudían. Pero los que más me alucinaron fueron los que criticaban a Parellada por haber aceptado como cliente al fundador de Els Joglars. El punto máximo de majadería lo alcanzaba un tipo que manifestaba su intención de no volver a pisar el restaurante. Me recordó mucho a los imbéciles que anuncian que no visitarán más una web cuando en ella se vierte una opinión que no coincide con la suya. Como si alguien les fuera a echar de menos.
No sé que esperaban de Parellada estos iluminados: ¿que hubiera expulsado a Boadella a patadas por españolista? ¿Que le hubiera envenenado para luego envolver su cadáver en la estelada? Por suerte, entre los más de 4.000 seguidores de la cocinera en Facebook hay gente sensata que les respondió con lo obvio: negar la entrada en tu negocio a una persona por sus ideas políticas habría sido un antidemocrático acto de burricie.
El simple hecho de que se debatan cosas como ésta me hizo pensar que el calentamiento local comienza a hacer estragos en Cataluña, y que el hielo se nos funde a las focas alérgicas al fanatismo que vivimos por allí. Sólo me tranquilizó algo que descubrí después: días antes de dar de cenar a Boadella y contarlo, Ada había colgado unas fotos suyas participando en la cadena humana por la independencia.