Editorial, LA VANGUARDIA, 3/1/12
REGRESAR de unos pocos días de descanso y encontrarse con un paquete de medidas económicas por parte del nuevo Gobierno ha sido un adelanto de la cuesta de enero, que, por lo que se nos dice, va a durar, al menos, veinticuatro meses. Confiemos en que no sea más, debe de ser lo único que, quizás, podamos decir en la azarosa situación actual. En este tiempo, las rentas del trabajo y las del capital van a tener un recargo considerable y las clases medias y de manera muy especial las medias-altas deberán contribuir más a la Hacienda pública a través del IRPF, que sube hasta porcentajes que cuesta pronunciar. En Catalunya, un tipo marginal del 56% para los que más ganan retraerá necesariamente el consumo, ya muy debilitado, como se está observando en estas fiestas navideñas y se pudo comprobar en el escandaloso puente de diciembre propiciado por las festividades de la Constitución y la Inmaculada. No sirve de nada decirlo hoy, pero cuántos quebraderos de cabeza nos ahorraríamos sin el despilfarro del Plan E (8.000 millones), el cheque bebé de 2.500 euros supuestamente para ayuda a la natalidad aprobado en julio del 2007 o la ayuda indiscriminada para todos los contribuyentes de 400 euros vigente aún en el 2009. Ahora, sin síntomas de cómo crecerá la economía, nos aprestamos a pagar con creces aquellos envenenados regalos. Las primeras medidas del Gobierno son llamativas y dolorosas para los ciudadanos. Hará falta conocer todo el conjunto de propuestas para una evaluación más definitiva. Aquí, en Catalunya, tras los recortes de Mas vienen los de Rajoy. El primero, al año de cumplirse el arranque de la legislatura, conserva intacta su fuerza electoral. El PP sólo está arrancando y la izquierda ya lo critica –como en Catalunya–, y una parte de la derecha más liberal está entre incómoda y sorprendida.
Editorial, LA VANGUARDIA, 3/1/12