EL CONFIDENCIAL 02/01/14
FEDERICO QUEVEDO
No es fácil hacer un resumen de lo que ha significado 2013, pero les invito a ustedes a que simplemente se vayan a la edición de ayer de este mismo periódico y, una vez ahí, en la columna de opinión, se encontrarán una visión diferenciada bastante aproximada a los asuntos que han marcado la actualidad nacional estos doce meses –faltaría un post sobre el asunto catalán para completarlos–, fundamentalmente la economía, la corrupción, el terrorismo, el desprestigio de la política y las instituciones…
Les recomiendo la lectura de todos ellos y que se fijen en el abismo que separa la opinión que aparece al inicio de la columna y la que la cierra y si, como me ha ocurrido a mi, tienen ustedes la sensación de que les están hablando de dos países distintos: uno que se encuentra al borde de un suicidio colectivo y otro en el que empieza a renacer una cierta esperanza en el futuro. Me dan igual los nombres de los autores –bueno, no me dan igual, pero tampoco tengo ganas de darle más pábulo del que ya tiene quien ustedes se imaginan-, pero en el segundo se aprecian síntomas de un voluntarismo optimista que tiende a ver la botella medio llena y eso le anima a seguir avanzando hacia delante.
Los dos casos, sin embargo, definen esta España que dice adiós a un año 2013 para olvidar: la España de esos negros augurios blandidos por los pesimistas de siempre que nunca ven nada positivo y que durante siglos han lastrado nuestra capacidad de progreso, y la España optimista y emprendedora que ha sabido salir de las situaciones más dramáticas y conquistar su futuro aun a costa de los primeros. Y son años como el que hoy termina los que abonan el campo de batalla en el que se enfrentan unos y otros.
Sin duda 2013 ha sido un mal año, aunque no mucho peor que los precedentes, pero durante estos doce meses hemos ahondado en la crisis y hemos superado esa cifra maldita de los seis millones de parados, la corrupción ha ocupado de manera insistente las páginas de los periódicos, Artur Mas y su plan soberanista nos ha supuesto un quebradero de cabeza importante, se han acentuado las desigualdades por culpa de los recortes, los éxitos de la lucha contra el terrorismo se han visto empañados por la sentencia del TEDH que ha puesto fin a la doctrina Parot, la crisis de las instituciones y el desprestigio de la política se ha instalado en la opinión pública y amenaza con quedarse durante mucho tiempo…
Todo esto es cierto, sería absurdo negarlo, pero es en situaciones difíciles como esta cuando un país necesita creer en sí mismo y dotarse de esperanza y del mismo modo en que la botella puede verse medio vacía, también puede verse medio llena:
– El paro empieza a retroceder y la economía española que ha ganado en competitividad crea tímidamente empleo y cierra el año mejor de cómo empezó.
Creer que podemos salir de todo esto, aprender de los errores e intentar corregirlos, buscar la esperanza detrás de cada noticia negativa, eso es lo verdaderamente difícil- Tanto los casos de corrupción –Bárcenas, Gürtel, los ERE, Urdangarin, Matas, Palau, UGT, etcétera–, como los que han afectado a las instituciones financieras –preferentes, sueldos desproporcionados, hipotecas…– se encuentran en manos de la justicia que, aunque lenta, avanza y ha obligado a tomar decisiones importantes que afectan tanto a la vida política como a la financiera con reformas que se nos antojan insuficientes pero que son un primer paso en la buena dirección.
– Es verdad que los españoles hemos asumido ya como inevitable una merma de nuestro Estado de Bienestar… Pero no solo nosotros, sino en toda Europa la crisis ha tenido ese efecto inevitable. Sin embargo, la lección positiva es que la crisis nos ha enseñado a vivir con menos y a ser más eficientes en el gasto, una lección que los primeros que parecen haber aprendido son los administradores públicos, aunque todavía tengan que continuar con su esfuerzo y mirarse en el espejo del sector privado.
– La salida de más de medio centenar de etarras de las cárceles por el fin de la doctrina Parot ha empañado el éxito de la lucha contra el terrorismo y el final de la violencia, pero ni siquiera eso debería alterar un discurso que todos los demócratas debemos tener presente: han sido la democracia y el Estado de Derecho quienes han derrotado a ETA. Eso es y ha sido así, y solo puede haber ese final, un final que se antoja cada vez más cerca.
– Por primera vez en casi cuarenta años de democracia un Rey ha pedido perdón por su comportamiento, un presidente ha comparecido para explicar un caso de corrupción que afecta a su partido, un presidente autonómico ha dejado su puesto por su responsabilidad en un caso de corrupción institucional… Hace falta más, pero algo está cambiando y eso se manifiesta en nuevas leyes que buscan la transparencia y que pretenden poner fin a determinados comportamientos o castigarlos adecuadamente.
– Y seguramente nos encontramos ante la mayor crisis política que se haya abierto en España en cuatro décadas con el desafío secesionista catalán, pero también es verdad que una vez que todo esto se reconduzca tendremos la oportunidad de cambiar algunas cosas para mejor y de avanzar en nuestro modelo de convivencia. Y aunque con matices, de nuevo un desafío ha conducido a la unidad de los demócratas en la defensa de la España constitucional.
Verán, caer en el derrotismo es fácil. Escribir llamando canallas y miserables a quienes nos gobiernan porque hay gente que no tiene para comer está tirado porque el recurso a la demagogia barata y bananera está al alcance de cualquiera que se ponga delante de un teclado de ordenador. Creer que podemos salir de todo esto, aprender de los errores e intentar corregirlos, buscar la esperanza detrás de cada noticia negativa, eso es lo verdaderamente difícil. El que hoy acaba ha sido un año propicio al pesimismo, pero nos deja muchos síntomas de optimismo para pensar que el que comienza mañana puede ser un poco mejor. Yo al menos, desde estas líneas, así lo deseo para todos ustedes.