RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 26/02/17
· En las presidenciales hace falta tener detrás el aparato de un partido, no un grupo de amigos.
Esto ya no es lo que era. Hace quince años, en las presidenciales francesas de 2002, tuvimos la enorme sorpresa de que con un 16,86 por ciento de los votos en primera vuelta, el candidato del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen, pasó a segunda vuelta. Había adelantado al primer ministro y candidato socialista Lionel Jospin, que consiguió el 16,18 por ciento y se había quedado a sólo tres puntos porcentuales del presidente de la República, Jacques Chirac, candidato a la reelección. En segunda vuelta las cosas fueron muy diferentes. El voto de Le Pen pasó del 16,86 al 17,79: menos de un punto de mejora. El de Chirac subió del 19,88 al 82,21. Plusmarca histórica e irrepetible.
Desgraciadamente el escenario para las elecciones del 23 de abril y 7 de mayo es muy diferente. Todos los sondeos dan ganador a Marine Le Pen en primera vuelta. La duda es quién puede ser la alternativa. Y todos tienen debilidades evidentes. El más evidente y hasta hace poco favorito para ganar la elección era François Fillon. Es obvio que el escándalo del sueldo por no hacer nada que recibía su mujer ha causado un daño del que es difícil recuperarse.
Es improbable que llegue a la segunda vuelta. Y si llegara, sería un candidato muy débil frente a una Le Pen a la que este tipo de escándalos no hacen daño y sí sabe emplearlos contra sus enemigos. A los candidatos populistas sus votantes les miden por otro rasero. Como dijo Trump durante la campaña electoral norteamericana, «Si yo me pusiera a matar gente en la Quinta Avenida de Nueva York, me seguirían votando». El que Le Pen se negara a declarar el pasado viernes por el empleo ficticio que una asistente suya tenía en el Parlamento Europeo no afectará a su candidatura.
Y luego está el caso de Emmanuel Macron. He oído contar muchas veces a Íñigo Méndez de Vigo su experiencia en las elecciones presidenciales francesas de 1988 en las que el ex primer ministro centrista Raymond Barre quiso representar la alternativa del centro-derecha frente a la reelección de François Mitterrand. Barre no quería ser un candidato partidista y creó un movimiento popular llamado «Los amigos de Barre» en el que participaba Méndez de Vigo, a la sazón destinado en Estrasburgo.
Cuando empezó la precampaña, Barre era el favorito del centro-derecha. Tres meses después, la maquinaria electoral del RPR de Chirac le había comido la tostada. En las presidenciales hace falta el aparato de un partido, no un grupo de amigos. Y la realidad es que hoy el Frente Nacional tiene una maquinaria incluso mejor que la de Los Republicanos o el Partido Socialista. Y Macron tiene una debilidad añadida. Él juega a ser un candidato por encima de las ideologías. Pero lo que dio la victoria a Fillon en las primarias de su partido fue el voto militante católico. Y ese voto puede ser captado más fácilmente por Le Pen que por Macron.
Hay un último escenario que podría alterar todo. Que el candidato de extrema izquierda, Jean-Luc Mélénchon (11 por ciento de intención de voto) renuncie a favor del candidato del Partido Socialista, Benoît Hamon (13 por ciento). Eso podría permitirle pasar a segunda vuelta. Pero un tipo de la grosería, mala educación e incapacidad para empatizar con nadie, como Hamon, sería una pera en dulce para Le Pen.
RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 26/02/17