Manuel Marín-ABC
- La prostitución de los conceptos es tan rutinaria que ya ni escandaliza
Ha pasado inadvertido y eso demuestra el grado cotidiano de mansedumbre lanar con la que se asume la ‘nueva normalidad’. No la vírica. La política. Esquerra, Junts, la CUP y la marca catalana de Podemos quieren convertir el Parlament en un «espacio libre del discurso del odio y la discriminación». Ellos. Bonito ¿eh? Tanto, que ya ni la censura por odio es noticia. El PSC ahí se anda, que no sabe si adherirse a la alcaldada por aquello de acallar a Vox, o si se pone de perfil por aquello otro de que empieza a no rentarle echar más cascotes de democracia a la escombrera.
Gana adeptos la teoría del adoctrinamiento selectivo. En la medida en que el separatismo y el republicanismo antisistema deciden qué es odio y qué no lo es, deciden también quién habla y quién no en el Parlament. La perversión es obscena. No lo deciden los ciudadanos en las urnas en virtud de un derecho esencial. Lo decide la doctrina sobrevenida de un sectarismo a la carta impuesto por un afán de superioridad moral. Vox genera odio en Cataluña pero Otegui emite efluvios heroicos de democracia y libertad. En el Parlament no es odio odiar al resto de españoles, pero sí es odio denunciar que el independentismo odia.
La prostitución de los conceptos es tan rutinaria que ya no escandaliza. Por pura reiteración. Por aburrimiento. Por desidia intelectual. Por desesperanza y renuncia. Por suicidio del constitucionalismo. El separatismo fractura, disgrega… y como esa es su naturaleza, su odio es un legítimo catalizador emocional que va transformándose en un trámite, en un derecho consuetudinario cuya normalidad conviene asumir, claudicando, hasta que el subconsciente termina acostumbrado y lo identifica como ‘no odio’. La maniobra concluye el día en que adoctrinar por agotamiento, blanquear por rencor, solo es un breve de telediario. Hoy es ese día. Huxley era realista: las doctrinas pueden ser verdaderas o falsas, sanas o perniciosas. No importa. Vox también las usa, ayer con los menas y los pensionistas. Si el adoctrinamiento está bien conducido, cualquiera puede ser convertido a lo que sea. Así que odie, hombre, odie, que hasta que Hacienda no diga lo contrario, es gratis.