Adriana era él

Hay ocasiones en las que uno se siente honrado al vestir la camiseta. Ayer, por ejemplo, este periódico abrió con una portada impresionante, una foto que valía por una docena de columnas y tres editoriales. España era, como viene siendo los últimos días, el mapa de ‘Bonanza’: fuegos sin control por los cuatro puntos cardinales. Y en uno de ellos, concretamente el del parque de Monfragüe, él posó para enmarcar el desastre. Con su mohín que expresaba disgusto, los brazos cruzados y un detalle poco afortunado que revela la inconveniencia de que el presidente del Gobierno carga a la derecha, de manera ostensible y a contrapelo ideológico. No se había visto semejante alarde desde aquel tipo que le hacía decir a Mae West: “¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?”

La foto la vio antes que nadie Rosa Díez, cuando aún no había salido la edición de papel y tuiteó razonablemente: “España arrasada y él posando”.

Sánchez, está claro, no es hombre que domine la gestión. Lo que me gustaría saber es quien le programa los gestos. Pongamos que hablo de la foto del Monfragüe.

El lunes nos habíamos enterado de la dimisión de la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, a quien cuadraba el apellido, pero no tanto el nombre. Adriana la cristianaron, quizá en homenaje a uno de los tres emperadores que dio la Bética a Roma, uno de los emperadores buenos. Ella creció y aunque no fue de mucho estudio se hizo fuerte en las entrañas del partido donde se radicalizó en su sectarismo; siempre tuvo cara de llamarse Críspula. En el Congreso hizo famosas sus chupas vaqueras y su condición de dominatrix del sanchismo, como apreciaba ayer Marisa Cruz en estas páginas. Mi querida Lorena Parker le acuñó hace ya más de dos años un apodo que la cuadraba como un guante: la tanqueta de Ribadesella.

Ella ha dimitido con mentira, según el mejor estilo de la casa: por motivos personales, dando a entender que se trataba de su embarazo. Conocí primíparas añosas y tal como dicen Cuca Gamarra y Macarena Olona, no hay motivo. Lo adecuado sería la baja médica con reincorporación posterior a sus funciones. ¿Qué es esto de la igualdad, señora marquesa? Otra cuestiónotable es que dimita como vicesecretaria general del PSOE, pero no deje el escaño de diputada en el Congreso. ¿Quiere esto decir que solo el trabajo en el partido es estresante, pero que en cambio, en el Parlamento no se pega ni sello, y además se cobra?

Los socialistas deben de creer que todo aquello que esconden a la opinión pública, que es mucho, no puede ser percibido por esta, de ahí las excusitas, pero todos estábamos al cabo de la calle de que la comunicación entre la vicesecretaria general y el secretario de organización está cegada desde hace tiempo. Esto es algo que debería preocupar a este último. Santos Cerdán gozaba de una reputación razonablemente buena; bastaba la comparación. Ahora, Sánchez le acaba de quitar el paraguas. Alguien tiene que pagar las derrotas. La de Madrid se cobró los cargos de Carmen Calvo, Ábalos e Iván Redondo. La de Andalucía ha empezado a pagarla Lastra. Pero es inútil. Llegados a este punto vuelvan a mirar la portada de ayer para comprender que, como le pasaba a Cary Grant en la película de Howard Hawks, la novia, o sea Adriana, era él. El embarazo es todo nuestro.