Jon Juaristi-ABC
- ¿Cuál ha sido el modelo oculto –dudosamente inconsciente– del proyecto de repoblar el aeropuerto de Ciudad Real?
Es increíble la rapidez con la que el sociocomunismo ha conseguido hacer de España una sociedad indecente. ¿Quién se olió que algo así sucedería cuando hace seis años el Puto Amo llamó a Rajoy precisamente eso, indecente, durante un debate televisivo? Lo de «indecente» como categoría fue una aportación de Rodríguez Zapatero al lenguaje político español en los años de la primera legislatura de Aznar. Lo tomó de un ensayo del filósofo israelí Avishai Margalit (‘The Decent Society’, 1996), donde tal concepto se definía por oposición al que figuraba en el título. La «sociedad decente» es aquella en la que no se humilla al adversario político. A su vez, Margalit partía de la ‘common decency’ de Orwell, que caracterizaría al comportamiento de los ciudadanos frente al de los dictadores. Zapatero se empeñó en definir al PP como un partido franquista e indecente, y el Puto Amo siguió con la murga, pero personalizando aún más que su gran maestro en negocios venezolanos.
La España de Sánchez es hoy una letrina moral, como todo el mundo sabe (y con «todo el mundo» me refiero a todo el mundo fuera de España, no solo a Milei). Lo que el sanchismo toca lo convierte en mierda. El PSOE, su núcleo originario, ha devenido la versión española de lo que en Francia se llama ya, siguiendo al geógrafo Christopher Guilluy, «el Partido de la Bruma», o sea, el partido del todo y de su contrario, de la Revolución y del Estado, del separatismo y del centralismo, de las órdenes contradictorias, de la mentira interminable y de la denuncia del bulo ajeno, de la corrupción y de la moralina, de los comecuras y del papismo, de la rapiña mesocrática del erario y de las autoproclamadas madres de todos los menas. Pero vamos con los menas.
Es posible que el proyecto de convertir el aeropuerto de Ciudad Real en un aerogueto para tres mil inmigrantes ilegales fuera una iniciativa de Cerdán o de algún otro abalorio grasiento para jorobar a Page, y quizás hayan decidido olvidarlo como si nunca hubiera transitado por sus exiguos vacíos interauriculares, pero no deja de tener su gracia. Recuerda la creación de Soweto en virtud de la ley sudafricana de áreas urbanas de 1923, que promovió la improvisación de los South Western Townships (red de asentamientos sudoccidentales, de donde el acrónimo Soweto) para meter allí a los negros y que no molestasen. Page, por supuesto, ha aludido a Meloni, genio maligno, pero no. Esto del aerogueto no se inspira en Meloni ni en el Velódromo de Invierno. El modelo es la Sudáfrica del apartheid, que empezó del mismo modo. Un gueto provisional que se volvió permanente. Precisamente tres mil de sus vecinos se amotinaron el 16 de junio de 1976 y fueron rigurosamente masacrados, como se recordará. Pero qué digo, quién se acuerda, si eran negros. Ni Cerdán, oye.