LIBERTAD DIGITAL 19/05/16
PABLO PLANAS
Cataluña es la pista central de la política española, el circo de Cocomocho, Cocoliso (Romeva) y las diputadas yanomamis. Un espectáculo con esponjas marinas en libertad, los trucos de la alcaldada Ada y la dirección artística de Pompoff Oriol Junqueras. Hay feria, fieras y funambulistas de las finanzas, así como la increíble familia Pujol, el mico de Mas y un tipo que está en huelga de hambre de cuatro a seis de la tarde. Todo por el Estado propio.
La última gran atracción catalana ha consistido en pasear a Otegi por los aledaños del Zoo, en el parlament. Gran expectación entre sus señorías nacionalistas, algunas de las cuales se le abrazaban admiradas, temblorosas, rendidas y turbadas. Piel contra piel del exconvicto, que les dedica una sonrisa canalla y la mirada ya-sabes-lo-que-dicen-de-mí. El prestigio de Otegi, el Gordo, en Cataluña se debe al morbo que provoca entre los separatas su pasado criminal. Es la mítica del zulo, el tiro en la nuca y el coche bomba, el influjo de la violencia entre los miserables, la leyenda de la lucha armada, el encanto en la burguesía catalanista de las historias de frontón y paredón. «Los vascos sí que lo que tienen claro», se decía durante décadas en los cenáculos catalanistas.
En Cataluña, a pesar de los atentados Hipercor, Sabadell o Vich (25 años el 29 de mayo), del asesinato de dos concejales del PP, de un mosso, de un guardia urbano, de Ernest Lluch y de otras cincuenta personas entre las que se contaban niños, jóvenes, ancianas, recién casadas, así como guardias civiles, políticos, viandantes y policías nacionales, el ejemplar de tiro se pasea como un monje budista, entre el incienso mediático y el arrobo institucional.
Sin embargo, Otegi es ETA y encarna todo su pasado, presente y futuro criminal. Si no fuera el símbolo andante de una organización terrorista, para chasco le iban a entrevistar en Catalunya Ràdio (y antes en La Sexta) como una especie de Mandela de la cesta punta en cuyas manos está accionar el detonador o mantener la paz. Y como él lo sabe, acentúa el punto peligroso y desliza que ahora está de buenas, en fase hablemos. No siempre fue así.
La exaltación del terrorismo en Cataluña ha coincidido con algunos hechos significativos, al margen del cercano aniversario de la matanza de Vich (en la que además de tres guardias y una anciana fueron asesinadas una joven de 21 años, un chico de 17 y tres niñas de 11, 10 y 8). La subdelegada del Gobierno en Lérida, Inma Mansó, tuvo que salir escoltada el martes de la Universidad de Lérida por el ataque de un grupo de cretinos que la tachaban de «fascista». Mansó es profesora de Comunicación en la facultad de Letras ilerdense y los cachorros de la CUP están dispuestos a echarla de las aulas. Al tiempo, un ataque informático exponía la dirección particular y otros datos de más de cinco mil agentes de los Mossos.
Para acabar la función, el ministro de Economía, Luis de Guindos, se reunía el miércoles por la tarde con Junqueras en la Consejería de Economía. El ministro estaba en Barcelona para presentar el libro La falsa bonanza, de Miguel Sebastián, y se pasó un rato por donde Pompoff para hablar de la liquidez de la Generalidad, no sea caso de que se queden sin cash para copas con Otegi. Alucinante y lo siguiente. Un día cualquiera en Texas, cantaba Eduardo Benavente. El hombre invisible se fuma un puro y Hi-Man se lo monta con Hulk, que es una pornostar.
El redoble final fue una conferencia de Otegi en un equipamiento municipal titulada «Tiempos de paz, vientos de libertad; la solidaridad es la ternura de los pueblos» y organizada por una fundación bajo la advocación del abad Escarré. This is Catalonia