Poco a poco se va acercando Ciudadanos hacia un fin que parece cada vez más inexorable desde aquel error primero tan presente en las estrategias de todas las organizaciones estrictamente leninistas: despreciar la contradicción principal por atacar la de primer plano. También le pasó a Podemos. La estrategia regeneracionista empujó a los dos partidos a atacar a los dos partidos de la gran coalición con el resultado que pudimos ver, especialmente apabullante en el caso de Ciudadanos, que pasó de 57 escaños a diez en solo siete meses.

Durante un tiempo creí que el problema era de Albert Rivera, pero Inés Arrimadas siguió transitando por la misma senda. Ella derrotó en las urnas a los nacionalistas, ganando para C’s la mayor representación en el Parlamento de Cataluña: 36 escaños. Qué gran error el de no querer representar a los más de un millón cien mil votantes, el doble que el PSC. Y lo de trasladarse a Madrid y más tarde lo de la moción de censura en Murcia contra su socio en el Gobierno con el resultado conocido. Hasta Teodoro García Egea pudo malbaratar la operación, que, de paso, abrió los ojos  a la presidenta de Madrid que no quiso dar ocasión a sus socios para repetir la jugada, en plan todos con Aguado, disolvió la Asamblea y convocó elecciones en las que arrasó.

Una vez que se empieza a descender la cuesta de la decadencia, esta se muestra imparable hasta el final. Finis coronat opus y el fin de Ciudadanos  viene después de un pertinaz empecinamiento en todos los errores que podían cometer y que a veces cuesta entender  desde un punto de vista lógico.

Su presidenta, Inés Arrimadas, es una excelente parlamentaria, pero no hay manera de comprender los traspiés con los que culmina una tarea estimable. Me llamó mucho la atención su discurso en la moción de censura de Tamames. Su requisitoria implacable contra los desmanes de Sánchez fue tan apabullante que nadie pudo entender la guinda con la que coronó el discurso, votando negativamente a la moción. Otro tanto se podría decir de su afirmación sobre el crecimiento del empleo público, cuatro veces más que el  del privado y apuntar una conclusión inobjetable: “Un país cuya mayor fuente de prosperidad es el BOE es un país sin futuro”. Ella anuncia que no se va al PP y que se traslada a Jerez estrictamente por razones familiares. No sé, así será.

No hay resquicio que permita abrigo a los restos del partido naranja. Pensábamos algunos que en la liquidación final, Inés salvaría su escaño y poco más. También tenía su prestigio Begoña Villacís, la cabeza del partido en el Ayuntamiento. Pero cayó en una trampa para osos al aceptar una cita con Elías Bendodo, lo que hizo reaccionar en contra de ella a Ayuso y a Martínez Almeida. Así se vino abajo toda posibilidad de que Villacís tuviera un futuro en el PP, si es que hubiera albergado esa ilusión. Esto no está claro. En cambio lo está, y mucho, que su equipo municipal se ha cuarteado: de los diez concejales que la acompañaban en el Ayuntamiento solo van a acompañarla cuatro. Es inevitable. Ella se queja de que “Hay gente que se queda atrás en los malos momentos”. Cierto. Y cuando se hacen las cosas mal.  Los de C’s eran gentes muy racionales y cuando los líderes empiezan a blandear, primer o les abandonan los votantes y después los cargos.