ABC 10/08/14
JON JUARISTI
· En este agosto, la guerra azota de nuevo escenarios de la Gran Guerra que comenzó hace un siglo
Ycomenzó muy cerca de aquí, de la costa dálmata donde paso mis agostos. Detrás de las montañas está Bosnia, que oyó el pistoletazo de salida en Sarajevo. Después vino el ultimátum del imperio austrohúngaro a Serbia, y en agosto los cañones comenzaron a tronar. Los cañones de agosto se titula precisamente uno de los mejores libros que se han escrito sobre el estallido de la Gran Guerra. De Barbara W. Tuchman, una historiadora hoy algo olvidada, pero magnífica. Su libro se publicó en 1962, nueve años antes de la gran novela histórica de Solzhenitsyn, Agosto
de 1914, en la que el autor explicaba cómo la revolución soviética se incubó en las derrotas militares del primer verano de la guerra.
La Gran Guerra lo cambió todo. Destruyó cuatro grandes imperios, alumbró los Estados nacionales de la Europa Central y Oriental, de las monarquías liberales y autocráticas sacó democracias y totalitarismos, tumbó la moralina tradicional, acortó las faldas y niveló las clases sociales. Aburguesó a las aristocracias pero, sobre todo, aburguesó a las burguesías que, hasta entonces, pretendían parecerse lo más posible a las aristocracias. Se la consideró en su día como la primera guerra industrial de la Historia. Los uniformes pasaron de la vistosidad y el cromatismo de las guerras del XIX, con sus quepis charolados, sus roses y sus casacas y pantalones rojos, a una sobriedad fabril de tonos grises, caquis y azulados. Las trincheras se llenaron de máquinas, ametralladoras y dispositivos para lanzar gas sobre las líneas enemigas. Sin embargo, la panoplia industrial aún era muy arcaica. La mayor parte de las batallas terrestres se decidieron en combates cuerpo a cuerpo, a la bayoneta. La aviación estaba en mantillas, y el único aparato que superaba en eficacia al telégrafo óptico para comunicarse entre posiciones distantes era el teléfono que, así y todo, funcionó muy mal. Las conversaciones telefónicas entre jefes y oficiales del llamado frente occidental fueron objeto de parodias durante mucho tiempo en los programas cómicos de la BBC o en los desternillantes monólogos de Gila.