Juan Pablo Colmenarejo-ABC

  • Superada la crisis de Italia, a la italiana, en Bruselas empiezan a mirar con perplejidad el jaleo político español. No habrá un euro sin antes demostrar que por aquí hay algún adulto al mando

En la Organización Mundial de la Salud (OMS) preocupa una epidemia paralela de salud mental. No hace falta haber hecho ‘un cursillo’, que diría el locuaz y dicharachero juez del Tribunal Superior vasco, para tal diagnóstico. Va a cumplirse un año del primer confinamiento, más de 80.000 muertos en España. Desde los hospitales desbordados hasta las empresas en quiebra existe un abanico imborrable de experiencias adversas. A la OMS le inquieta la herencia que deja esta pandemia y a los españoles también, pero a diferencia de otras democracias plenas, asistimos -como suplemento nocivo del drama global- al espectáculo descorazonador del pelotón de políticos adolescentes surgido tras la crisis del euro. España se encuentra en estado de agotamiento pleno. De cada tuit agitador o declaración ocurrente -algo hay que decir para llenar espacio- brota una catarata de chatarra verbal en las redes sociales. Los robots aceleran la marcha para escabechar a quien ose enfrentarse al disparate.

Durante toda la pandemia se ha buscado aprovechar la oportunidad para seguir carcomiendo los cimientos del sistema político del 78. El ruido de las termitas ensordece, aturde y cansa como bien sabe quien lo provoca. No importaba el virus. Se ha puesto en cuestión a todos y cada uno de los pilares del sistema. Del Rey para abajo no queda trozo sin dentellada. Si Iglesias no se sentara en el Consejo de Ministros, como mucho, se le reirían las gracias antisistema. En realidad, empuja para que España deje de ser plenamente lo que es. Suelta la frase y entretiene al personal con maniobras y artificios. La España agotada permanece quieta mientras espera el pinchazo de la vacuna. No va a ser solo la OMS la que declare una pandemia paralela de salud mental. Una vez superada la crisis de Italia, a la italiana, las instituciones europeas empiezan a mirar con perplejidad el jaleo político español. No habrá un euro sin antes demostrar que por aquí hay algún adulto al mando. Lo dicen con palabras más suaves, pero ya no se contienen. Reformas que se noten a cambio de euros sanadores. Un rescate en toda regla. Con disimulo le llaman reconstrucción.