Todos tenemos que agradecer, incluidos los partidos que apoyan al Gobierno vasco, que haya habido finalmente personas dispuestas a ir en las listas electorales de los partidos que sufren los atentados. Pero esto a nadie se le oculta que es una solución provisional.
La campaña electoral se inició formalmente en el resto de España con la entrevista que tuvo en televisión el presidente del Gobierno. En Euskadi se ha iniciado con el agradecimiento que ha formulado públicamente Gesto por la Paz a los candidatos de los partidos constitucionalistas por haber tenido el valor de presentarse. Gesto que hay que agradecer, valga la redundancia, por lo que supone de apoyo a unas personas que en muchos casos se juegan la vida sin ningún tipo de contraprestación de índole personal.
Mientras tanto, y es un gesto de signo contrario, los partidos que apoyan al Gobierno vasco se empecinan hasta el último momento, demostrando una buena dosis de rebeldía, en el rechazo a ejercer la ilegalización de Batasuna, y expresando así, su apoyo a una formación ilegalizada por su connivencia con el terrorismo. Terrorismo que en los últimos años ha atentado contra los representantes públicos de las formaciones constitucionalistas. Un gesto en sentido contrario que desanima a muchas personas a participar en el proceso electoral en las listas de las formaciones no nacionalistas.
Este apoyo y simpatía por unas siglas ilegales inconscientemente, en el mejor de los casos, forma parte del trato desigual que los partidos sufren en Euskadi y, en cierta manera, justifica a los violentos, viéndose respaldados, nada menos, que por el presidente del Parlamento vasco y del Gobierno vasco. Sin duda alguna, este tipo de apoyos y de solidaridad es lo que ha producido el enquistamiento del terrorismo, mientras que los que respetan la legalidad necesitan el apoyo de una ONG y de un determinado sector eclesiástico.
Al final, los partidos constitucionalistas más ufanos que nunca, al menos en apariencia, presentan ante los medios de comunicación sus listas, más abundantes, pero ocultando la procesión que va por dentro. No resultaría una buena política publicitaria ante el electorado en general explicar los esfuerzos que han tenido que realizar para poderlas presentar, ni descubrir todos esos esfuerzos para superar el clima de miedo y opresión que padecen esos candidatos. Es verdad que en el País Vasco no existen condiciones para unas elecciones libres, pero la asunción de esta evidencia acarrearían unas consecuencias políticas que, de momento, no se atreven asumir las formaciones constitucionalistas.
Es de agradecer, ciertamente, que esas personas se hayan presentado, a pesar de todos los miedos, para conformar las listas que abogan por la legalidad porque en caso contrario ya no quedarían excusas para suspender las elecciones, lo que acarrearía un estado de emergencia, de excepción, o, al menos, de intervención por el Estado. Paso posiblemente previo a la suspensión de la autonomía.
Todos tenemos que agradecer, incluidos los partidos que apoyan al Gobierno vasco, que haya habido finalmente personas dispuestas a ir en las listas electorales de los partidos que sufren los atentados. Pero esto a nadie se le oculta que es una solución provisional.
Para superar esta situación de provisionalidad, esta situación de anormalidad, la opinión pública puede contemplar la existencia de dos vías de solución. La primera, la basada en la unidad de los demócratas, bajo el amparo y el ejercicio del Estado de derecho, la ilegalización de los grupos que apoyan el terrorismo, el aislamiento de ETA y su liquidación.
La otra, el Plan Ibarretxe, basado en la unidad de los nacionalistas, dirigida a la ruptura con el Estado de derecho, la superación del Estatuto y la Constitución, la no ilegalización del entorno de ETA, la creación de un «estatus», donde los constitucionalistas no tendrían sitio -«alemanes en Mallorca»- y en el que vendría la paz porque ETA hubiera alcanzado el noventa por ciento de sus reivindicaciones. Se acabaría el problema, ni el PP ni el PSE tendrían dificultades para hacer sus listas sencillamente porque no las podrían presentar. El pueblo soberano tiene la solución yendo a votar.
Eduardo Uriarte Romero, EL PAÍS, 30/4/2003