Rnrique García Márquez-El Debate

  • La diferencia de resonancia entre los casos de corrupción del PP y los del PSOE es abismal

Los españoles somos mucho más implacables con los casos de corrupción del PP que con los del PSOE. El último ejemplo, el currículum menguante de la popular Noelia Núñez, deja poco margen para la discusión. Las críticas contra la muchacha han arreciado con mayor intensidad que las recibidas por el socialista José María Ángel, siendo su falsificación curricular más grave y su grado de responsabilidad política, mayor.

¿Por qué sucede esto? Lo más evidente es que la izquierda es implacable en la persecución de sus rivales, mientras que la derecha –y el centro reformista– experimentan un último reparo, una cierta incomodidad incluso, al denunciar a los contrarios. Cabe suponer que el poso de la formación cristiana es algo más común en las filas de la derecha y ahí pesa el consejo de no ver la mota en el ojo ajeno. La parábola de la oveja perdida ha forjado un interés amable por la suerte última del rival político o del descarriado. Este resabio evangélico, que es una gran virtud en la vida interior, deviene una desventaja para la pelea mediática, desde luego, donde la viga que uno tiene en el ojo es aprovechada para atizar con ella al contrincante.

Hay una segunda razón. La izquierda corre a proteger a los suyos. Véase el caso Ana Belén, que se permitió unos balbuceos de desconcierto ante la pulsión prostibularia del Gobierno de Sánchez, pero que enseguida ha vuelto a firmar manifiestos en apoyo del PSOE, sin solución de continuidad. O volviendo a José María Ángel, hasta la ministra de Universidades le ha quitado importancia a que el tío falsificase por la cara un título académico. La prensa socialdemócrata protege de las consecuencias de la corrupción a sus líderes con todas sus fuerzas.

La primera y la segunda se complementan con la tercera razón: la derecha y hasta el centro reformista se lanzan a criticar a sus corruptos casi con más brío. No soy sospechoso de andar cegado por mis simpatías al PP, pero cuando algo es verdad lo reconozco y lo cierto es que ni en el PP ni en sus terminales mediáticas cierran filas con sus descarriados. El desapego popular hacia Cristóbal Montoro, que lo fue todo para los suyos, ha sido sintomático. Hoy sale a devolver. En conclusión, es lógico que haya más ruido con los casos de corrupción o de mentira del PP por el simple hecho de que son el doble los que protestan, se escandalizan el doble y, además, no hay nadie que trate de poner sordina al asunto. La diferencia de resonancia es abismal.

Esto, en principio, se diría una desventaja frente a la izquierda, capaz de neutralizar sus escándalos (véanse los ERE) o de convivir con ellos como si nada. Los indultos que el PSOE concede a los suyos, además de su apoyo hasta la puerta misma de la cárcel y el auxilio mediático no se producen en el PP. A Ábalos le ofrecieron, cuando ya había estallado su caso, tertulias y artículos remunerados en medios afines, para que rehiciera su vida como tertuliano. (Nos habría dado días de gloria, dicho sea entre paréntesis).

En cambio, en la otra orilla, hasta las frivolidades de Noelia Núñez terminan suponiendo un serio traspiés para su partido. Esto resulta una desventaja evidente en estricta rivalidad democrática; pero a medio plazo y en un orden superior, es una ventaja. Ser un partido más refractario a la corrupción o a la mentira o, con más precisión, más vulnerable a la corrupción descubierta o a la mentira desvelada, te permite afinar algo más en tu comportamiento ético. Es preferible que la sociedad no te tolere lo que es intolerable. Hasta tal punto lo veo claro, que considero un error o una torpeza quejarse de ese agravio comparativo, como hacen algunos. Hay que presumir muchísimo de él, como se hace en este artículo.