JON JUARISTI-ABC  

Por la paz un avemaría, pero no un linchamiento

A Rivera le ha caído la del pulpo por hacerle ascos al cupo vasco. El tono que han dado a sus réplicas parlamentarias los defensores de dicho cupo, desde la pasionaria podemita de Euskadi hasta el ministro Montoro, ha sido inusualmente desabrido. Montoro ha acusado al pobre Albert de hacer peligrar la estabilidad de España. Yo creo que Montoro confunde la estabilidad de España con su propia estabilidad en el cargo, y conste que lo entiendo. Cualquier cosa antes que volver a la Universidad, debe de pensar Montoro. Incluso tratar a Rivera peor que a Puigdemont. 

No es que Rivera me caiga ni medio bien, pero que le arreen de ese modo por decir lo que todos sabemos, o sea, que el cupo vasco supone un trato fiscal privilegiado a la comunidad autónoma llamada Euskadi en honor a Sabino Arana Goiri, parece escandaloso. Es cierto que los detractores del régimen de conciertos económicos se equivocan cuando lo definen como una supervivencia del carlismo. Los conciertos económicos proceden de Cánovas y de las diputaciones canovistas vascongadas de 1878, cuando los carlistas estaban para las mulillas. Cánovas, que seis años atrás se había definido como un defensor a ultranza de los fueros vasconavarros, no era en absoluto carlista, sino un conservador alfonsino que veía en el régimen foral un fármaco contra la democracia liberal. La tan alabada democracia ancestral de los vascos consistía en una mezcla de democracia orgánica franquista con racismo blanco de Alabama, pero a Cánovas le parecía de perlas para mantener a Vasconia libre de bakuninistas en acción, y eso era lo importante, toda vez que le gustaba ir a Mondragón a tomar las aguas, y a la Concha, a meterse en el mar hasta los tobillos mientras desayunaba rosquillas de Mendaro. Pero, mira por dónde, en aquella región sin anarquistas autóctonos, lo mató en pleno balneario un libertario italiano. Sorpresas te da la vida ( y la muerte, ni digamos). 

Cánovas restauró la foralidad mediante el régimen de conciertos. En lugar de proponer levantarle monumentos en todas las ciudades y aldeas vascongadas, los hermanos Arana Goiri expresaron su júbilo por el asesinato del «cerdo español». Hoy los descendientes políticos de Sabino Arana defienden el invento canovista como si fuera el único fundamento de su identidad étnica. En eso consiste precisamente la identidad vasca, la «nación foral» que invocan Urkullu y Aitor Esteban. En recaudar directamente y en pagar al Estado, en virtud del cupo, menos de lo que éste les reintegra en servicios no transferidos y financiación. O sea, en pagar menos de lo que se recibe. O sea, en no pagar. 

Que conste que no me parece mal que si los españoles, democráticamente, consienten en privilegiar a los vascos por la razón o sinrazón que venga o no venga a cuento, por ser los más antiguos o los más modernos de España, los únicos que tienen el cráneo así o asá, el RH negativo o positivo o neutro, no me parece mal, digo, que lo hagan. Sarna con gusto no pica. Es sabido que Dios hizo a los españoles iguales, pero primero creó a los vascos, que son más iguales que el resto de los españoles, como lo demuestra el concierto económico, un rasgo de superioridad étnica autorreferencial. Ponerlo en duda resulta absurdo, si bien no justifica tratar como a un hacker ruso al desdichado Rivera, que, después de todo, no ha propuesto que se transfieran a Euskadi todas las competencias no transferidas hasta ahora, incluida la independencia nacional, lo que haría innecesarios conciertos y cupos, y que si entonces los vascos expresaran su deseo de volver a ser españoles, que se comprometieran a pagar como todos los demás. No lo ha propuesto Rivera, repito. Yo, también.