ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 30/08/14
· La madrugada del domingo un coche paró junto a una rotonda, a la entrada del pueblo de Vilobí d’Onyar, en la provincia de Gerona. Había varios ocupantes en el coche. Y en la rotonda una bandera estrellada. Uno de los hombres bajó del coche, se encaramó al mástil y desprendió la bandera. El coche arrancó enseguida con el hombre y su botín. Un vecino del pueblo observó el acontecimiento, tomó nota de la matrícula y comunicó los hechos al Ayuntamiento. Y luego el Ayuntamiento y el propio vecino presentaron una denuncia ante la policía autonómica, donde se narraba la escena en los términos descritos.
El diario El País publicó ayer el resultado de las primeras pesquisas policiales sobre la matrícula: el coche pertenece a la Guardia Civil. De lo que se deduce que fueron agentes del cuerpo, probablemente vestidos de paisano, los que participaron en los hechos. El juez ha tomado cartas en el asunto y habrá que esperar al resultado de las investigaciones.
La posibilidad de que agentes de la Guardia Civil arranquen estrelladas de lugares públicos con nocturnidad y de tapadillo es algo desmoralizador. La trascendencia penal es parecida a que los pillaran robando chuches en la granja. No sé a cuánto va el trozo de estrellada, pero aun teniendo en cuenta la situación del textil catalán (¡o chinocatalán!) no será demasiado grave. Los agentes sí tendrán que afrontar, en su caso, alguna desagradable consecuencia disciplinaria. Y el asunto tendrá su lógica repercusión política. Ya ha comenzado a tenerla: la alcaldesa nacionalista de Vilobí ha dicho que es «un asunto muy grave». Ayer intenté hablar con ella para que tú tuvieras su palabra fresca pero no devolvió las llamadas.
Por suerte sabemos de su pensamiento gracias al diario El País: «Ya es lamentable que alguien cometa un robo de estas características, porque no se trata solo de una bandera. Es un símbolo de país para mucha gente que de forma pacífica y democrática defiende la independencia de Cataluña. Pero es muchísimo más grave quién lo ha hecho. No puedo entender los motivos que llevan a unos agentes del orden, sean del cuerpo que sean, a llevar a cabo un ataque de estas características que va contra la convivencia.»
La alcaldesa está muy subida, como es natural, y hay que ser comprensivos. Pero cuando le baje habrá de meditar sobre algunas cuestiones. La primera es que la estrellada no representa a todos sus vecinos, como sí lo hacen las banderas oficiales de España y Cataluña y el escudo de Vilobí. La estrellada, en realidad, solo representa a su creador, que fue un sinvergüenza con plaza. Quiero decir, puramente, al que han dedicado una plaza en Barcelona. Un Vicenç Albert Ballester Camps (1872-1938) que, según cuenta el periódico Crónica Global, firmaba sus escritos con el acrónimo Vicime: «Viva Cataluña y muera España.» Yo creo mucho en los derechos de autor y la estrellada no puede ni debe significar nada más que eso. Máxime teniendo en cuenta que no es, tampoco, la bandera de ningún partido político ni de institución alguna que yo conozca. La estrellada, pues, es la vicime y así deberíamos llamarla a partir de ahora. La bandera de muera el otro y viva yo.
La alcaldesa de Vilobí mandó izar la vicime no solo en la rotonda citada sino en otros tres puntos del municipio. Y el acuerdo del pleno municipal especificó que allí permanecerían hasta el día en que Cataluña fuera un Estado independiente. Los cuatro puntos estrellados de Vilobí son propiedad municipal. Presumo que la intención de nuestra alcaldesa sería exhibir la bandera en la casa consistorial, pero la ley se lo prohíbe, porque no es una bandera oficial. La ley, en cambio, no le prohíbe colocar banderas donde le plazca. Supongo que tendría problemas con la policía si colocara una bandera nazi o con los psiquiatras si colocara la hoz y el martillo. Pero hasta ahora la ley es laxa. A mi juicio injustificadamente laxa. El espacio público es una delicada flor de invierno. Debe obstinarse en proteger una de sus características esenciales, que es la de la neutralidad.
El espacio público no es el lugar donde se exhiben todas las ofertas sino el lugar donde la exhibición de las ofertas no puede rebasar un mínimo acuerdo común. Esto es difícil de entender para algún tipo de temperamentos: los que siembran vicimes en los parterres pagados con el dinero público o los que se escandalizan de que se prohíba en los bulevares el desnudismo o el burka, no sé cuál de los dos más infamante. La plantación de vicimes en Vilobí fue acordada, dice la alcaldesa, por el pleno municipal. Pero esto solo empeora las cosas, como cada vez que se constata el marcial avance de la inmoralidad y el autoritarismo.
De ahí que la causa de la razón y de la honradez vaya a sufrir un quebranto si se constata la participación de miembros de la Guardia Civil en esta gamberrada política. Es insoportable que el secesionismo pueda decir que él ha cumplido la ley, ¡aunque sea en Vilobí!, diseminando vicimes en las rotondas públicas y que la Guardia Civil española la ha incumplido, robándolas. De ahí que para enmendar un poco el ánimo me haya alegrado enterarme de que el Gobierno ha pedido un dictamen a la Abogacía del Estado para saber hasta qué punto la instalación de vicimes en propiedad municipal incumple los presupuestos de neutralidad y objetividad que cabe exigir a los servidores públicos.
Y es que no hay nada como los servidores públicos actuando a la luz del día y con sus manguitos en perfecto estado de revista.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 30/08/14