JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- No contentos con fletarles un barco con un enorme Piolín a los policías, la clase política no ha dejado de escarnecer a nuestros defensores
Los medios están revictimizando a alguien que sufrió una agresión sexual. Trátase de uno de los policías a los que se encomendó la salvaguarda de la legalidad en el infausto 1 de octubre de 2017, fecha maldita en cuya legitimación trabaja el presidente del gobierno, mientras la vicepresidenta, siempre un paso más allá, se abraza en Bruselas con el tipo que proclamo la independencia de Cataluña y escapó metido en un maletero, operación que se llevó a cabo debajo de un puente para eludir drones y satélites.
No contentos con fletarles un barco con un enorme Piolín a los policías que nos protegieron (el pronombre incluye a media Cataluña), la clase política no ha dejado de escarnecer a nuestros defensores. Después de que una masa embrutecida dirigida por la Generalidad agrediera a muchos uniformados, hiriera a bastantes, insultara a todos, echara a cuantos pudo de sus hoteles, avergonzara en clase a los hijos de policías nacionales, colocara escudos humanos de ancianos y niños frente a los falsos colegios electorales del referéndum que según Rajoy y SSS no se iba a celebrar, el propio PP traicionaría a los servidores públicos. Tras la mofa, la befa: un efímero presidente popular cantó la palinodia en una emisora separatista. El PP hizo una campaña electoral instando a los catalanes a dejar de comportarse como «el perro y el gato». O sea, que era lo mismo dar un golpe de Estado que sufrirlo. Estrategia tan brillante que dejó al PP de Cataluña con tres escaños en el Parlament. Por su parte, el Ciudadanos falso y enloquecido llamaba a que nos abrazáramos. Otra forma de decir «aquí no ha pasado nada». Caer de 36 escaños a 6 fue el rédito de la ideíta. Normal que Vox pasara de cero a once, eran los únicos que parecían acordarse de la Cataluña golpeada (de golpe de Estado).
Pero es que encima una separata gritona y desatada le hizo un Rubiales a uno de los policías nacionales escarnecidos: beso en la boca sin consentimiento. Es la izquierda española la que quiso modificar el Código Penal para que tal conducta se equiparara a la violación bajo el mismo tipo delictivo: la agresión sexual. Como resultado, la estúpida ley ha rebajado, por un lado, la pena a mil y pico delincuentes sexuales y liberado a un par de centenares, he perdido la cuenta. Por otro lado, ha trocado en agresores sexuales a los que hacen un Rubiales, incluyendo a la separata con furor uterino. Por eso es escandaloso que a los representantes de la víctima, un sindicato policial, les estén tratando en las putrefactas televisiones nacionales según el mismo patrón que antaño llevaba a jueces y fiscales a preguntar a las violadas por la longitud de su falda. Hagan el favor, hipócritas progres y wokes, de mostrar respeto a las víctimas de agresión sexual. Las teles están necesitando un cursillo de esos que Irene Montero recomendaba a los miembros del Poder Judicial.