JON JUARISTI – ABC – 29/01/17
· ¿Qué impide al Gobierno defender claramente a México contra Trump?.
En su comparecencia del viernes ante los medios junto al primer ministro italiano, el presidente Rajoy hacía votos para que se reanudase el diálogo entre los gobiernos de los Estados Unidos y de México. Mala forma de sortear escollos, esta de jugar a la equidistancia.
Quizá podría servir para un hipotético conflicto entre Moldavia y Rumanía, pero en el caso que nos ocupa resulta torpe y deprimente. No es momento para tibiezas y escaqueos. México y Estados Unidos son, sin duda, países amigos de España. Pero México es más que amigo, es familia, es de nuestra comunidad histórica. Incluso el ministro De Guindos, que, como se sabe, no es santo de mi devoción, le ha echado al asunto más valor que el presidente, al afirmar (sin entusiasmo) que España está y estará con México.
Hay que estar con México no porque México tenga razón en todo, sino porque Trump no la tiene. México es el agredido, no el agresor. Para tomar partido en un contencioso ajeno, hay que ver primero quién es el agresor y quién el agredido, pero una vez que ese extremo se tenga claro, pretender ignorarlo y refugiarse en la equidistancia resulta inmoral. Trump pretende que el agresor es México, porque de allí parten el narcotráfico, el crimen organizado y la emigración ilegal.
La conclusión del argumento es parcialmente cierta, pero se apoya en una premisa absolutamente falsa. En términos lógicos se trataría de un entimema, de un silogismo retórico para humillar al agredido imponiéndole su aceptación. Es el truco más viejo de la Historia, y lo bordaron los atenienses cuando se pusieron a masacrar a los demás griegos. Les explicaban previamente en qué consistía su ofensa contra Atenas, les exigían un reconocimiento explícito de su culpabilidad y después arrasaban sus ciudades.
Culpabilizar a México (es decir, atribuir a la nación mexicana los crímenes de los cárteles de la droga y de las mafias de los coyotes) no es, por parte de Trump, sino el argumento retórico para una triple agresión tendente a destruir la economía de México mediante el cierre de fronteras a la emigración y la deportación de los ilegales, la asfixia arancelaria y la desertización industrial. Tal agresión no se limita ya a ser una ofensiva contra el libre comercio ni una «guerra diplomática». Es una guerra efectiva, aunque no declarada. No ya cada día: cada hora que pasa se va pareciendo más a los comienzos de la de Rusia contra Ucrania.
Por tanto, es hora ya de que el Gobierno español, y en especial su presidente, abandone ambigüedades y equidistancias en esta cuestión y que asuman uno y otro, colegiada y personalmente, la responsabilidad de España como nación, en tanto miembro de una comunidad mundial de naciones y en tanto miembro de una comunidad histórica de naciones hermanas, la iberoamericana, una de las cuales está siendo injustamente agredida. Llamar a una reanudación del diálogo no tiene sentido.
El Gobierno mexicano nunca ha roto el diálogo. Como recordaba Enrique Krauze en un reciente artículo, en las relaciones entre los dos países, Estados Unidos y México, todas las agresiones partieron siempre del primero, salvo una incursión de Pancho Villa en territorio estadounidense (y Villa, que estaba en guerra con Carranza, no representaba en modo alguno al Estado mexicano).
A pesar de ello, y aun después de haber perdido un tercio de su territorio en sucesivas anexiones ventajistas, tras cada tratado de paz impuesto por los siempre vencedores México se mostró dispuesto no sólo a la reanudación del diálogo, sino a una estrecha asociación con los Estados Unidos en la política internacional. No es cuestión ahora de reanudar diálogos, sino de impedir que la agresión prospere.
JON JUARISTI – ABC – 29/01/17