Si las candidaturas son recurridas en bloque, será la prueba de que el Gobierno está dispuesto a achicar hasta el extremo el terreno a la izquierda abertzale, aun a riesgo de que vuelvan a tensarse las entretelas del Supremo y de trasladar al Constitucional un procedimiento en apariencia tan vidrioso.
Este ha sido el Aberri Eguna de la respiración contenida. Con la política vasca agarrotada por la proximidad de unas elecciones ante las que no cabe hacer cábala alguna mientras se desconozca qué va a pasar con Bildu, las fuerzas nacionalistas celebraron ayer el Día de la Patria mirándose de reojo unas a otras, sin poder calibrar a ciencia cierta cuánto pesa cada cual en estos momentos y cuáles son sus intenciones futuras una vez hablen las urnas, en el supuesto de que todas puedan concurrir finalmente a los comicios. La jornada no tuvo, desde luego, el aura épica que trató de conferirle ETA al referirse engoladamente a «la nueva era» que se abre paso en Euskal Herria. El nuevo comunicado etarra únicamente puede estorbar a los objetivos de la izquierda abertzale ilegalizada, dado que la organización terrorista incide en su maximalismo y su lectura distorsionada del devenir histórico; no se da por enterada de las exigencias de su entorno tradicional para que no se repitan los tiroteos de Francia; y se permite homenajear a los presos largamente en prisión por delitos de sangre como un «ejemplo» para distintas generaciones de vascos. La alusión no solo echa más sal en la herida de las víctimas, en plena bronca, además, por la excarcelación de Antton Troitiño. Supone una reivindicación nada sutil de la trayectoria etarra de muerte y sufrimiento. La misma que la antigua Batasuna se resiste a revisar críticamente, con la íntima esperanza de que le baste con el desmarque de la violencia protagonizado hasta ahora para regresar a las urnas por la puerta grande de la legalidad.
La irrupción de ETA en el Aberri Eguna ha ratificado las incertidumbres en que se mueve la política en Euskadi, para los partidos abertzales pero también para los no nacionalistas; todos con la respiración contenida a la espera de acontecimientos, pendientes de lo que suceda con Bildu. La intervención etarra, aunque sea en tregua y por escrito, subraya lo difícil que se hace inaugurar cualquier nuevo tiempo, cualquier nueva «era», mientras los terroristas no abandonen las armas. Las fuerzas vascas, más atomizadas que nunca, se asoman a un paisaje que intuyen distinto pese a tener los colores de toda la vida. Pero la intuición aún no cuenta con todos los mimbres para verse confirmada. Porque ETA sigue sin dictar su propia sentencia de muerte. Porque no está claro qué va a ocurrir con Bildu; es decir, si la izquierda abertzale histórica regresará a la liza electoral y condicionará, con ello, la configuración de las instituciones forales y municipales. Y porque ni siquiera el PNV, a tenor del aviso de Iñigo Urkullu al mundo de Batasuna para que no vuelva a jugar con la confianza ajena, parece fiarse del todo de quienes quieren retornar a la arena del abertzalismo legal para tutear a los jeltzales.
La advertencia del líder del EBB sobre los eventuales «engaños» de la izquierda abertzale suena envenenado cuando Bildu afronta una semana clave para dilucidar su futuro. Unos días en los que se despejará hasta dónde están dispuestos a llevar el Abogado del Estado y la Fiscalía General sus recelos sobre el primer polo soberanista que se conforma en Euskadi excluyendo al PNV. Llegados a este punto, lo que está sobre el tapete judicial es algo más que el porvenir inmediato de la izquierda abertzale. Si mediara una impugnación masiva de las listas de la coalición y ésta prosperara tanto en el Supremo como en el Constitucional, sería la primera vez que la Ley de Partidos dejara fuera de las instituciones a dos marcas legales -EA y Alternatiba- por ‘contaminación’ con los supuestos propósitos delictivos de ETA y Batasuna. Y si las candidaturas son recurridas en bloque, será la prueba de que el Gobierno está dispuesto a achicar hasta el extremo el terreno a la izquierda abertzale, aun a riesgo de que vuelvan a tensarse las entretelas del Supremo y de trasladar al Constitucional un procedimiento en apariencia tan vidrioso.
En este contexto, es un ejercicio vano tratar de hacer campaña como si Bildu no existiera. Mientras la izquierda abertzale intenta reinventarse a sí misma en la legalidad, los partidos vascos se ven obligados a prepararse para dos eventualidades: que Bildu esté o no esté en las urnas, con lo que eso significa para el reparto de escaños y la configuración de eventuales alianzas. La cercanía de las elecciones ha llevado al PSE, al PP y al PNV a remarcar sus diferencias por la vía de reivindicarse, cada uno a su modo, como partidos con las manos libres y capaces de pactar a varias bandas. Pero esa supuesta libertad de movimientos no será la misma con o sin Bildu; como no lo será una vez se conozcan los resultados y, más aun, cuando las alianzas viejas o nuevas se demuestren excluyentes de otros acuerdos. Puede pasar de todo, con la legalidad de Bildu y con el veredicto electoral. Pero no todo será posible, y menos para una izquierda abertzale lastrada por su pasado. La consigna del resto parece ser, hoy por hoy, aguantar el tirón y ver qué pasa. Con la respiración contenida, al menos hasta la noche del 22-M.
Lourdes Pérez, EL DIARIO VASCO, 25/4/2011