El ciclo político en Euskadi está agotado; el tiempo parece estancado. Demasiados problemas y desacuerdos están clamando por el cambio, al que parece se apresta del PSE. Existen tantas contradicciones que, como diría aquel filósofo marxista, la situación está «sobredeterminada» y pide un cambio revolucionario. Me dirán ustedes que Althusser acabó como una cabra…
No va a ir esto de trasvases, no vaya a ser que alguien se dé cuenta de que la mayor parte del agua que bebemos los vizcaínos, pantanos del Zadorra mediante, es de la cuenca del Ebro y se arme parda. O de las aguas del Canal de Deusto, donde parece ser que el Gobierno central no daba por tan supuesto que sobre su cauce fueran a construirse casas, no. El título es más metafórico, poético diría yo. Hace referencia, si se fija usted bien, a lo compleja, turbia y revuelta que está la situación política en Euskadi.
Que los ertzainas, por medio de sus sindicatos Erne y CCOO, protesten porque durante la evacuación de los vecinos del barrio de La Peña no les informó la consejería de que era por una bomba, y luego hay más de media docena de ellos heridos leves en el hospital, no es algo inusual -forma parte del guión de la película La calle de la Paz, de Charlot-, pero que además denuncien que no se detiene ni a uno de ETA ni de su entorno debería doler a más de un consejero y lehendakari. Setenta y dos horas después estalla otra ante la casa del pueblo del Elgoibar.
Pero peor, y más duro, es ver lo que le cuesta a los socialistas verse acompañados, salvo por el PP, en su intención de presentar una moción de censura contra la alcaldesa de ANV de Mondragón. Primero fueron las reticencias de Egibar, luego el plante de los concejales de EB, y, finalmente, la respuesta un poco ácida de la portavoz del Gobierno vasco, señora Azkarate, poniendo inconvenientes al intento y, de paso, criticando a Patxi López. ¡Menos mal que oficialmente estaba de acuerdo el PNV!
Casi se me olvidaba recordar la sentencia del Supremo a Atutxa, Bilbao y Knörr. Nada se salva, y el Guggenheim, que por su prestigio había quedado al margen de las luchas partidistas, convirtiéndose en un ente intocable, quizás por ello acaba de perder mucho de su prestigio tras el desfalco protagonizado por uno de sus directores. Otra cosa importante que estalla.
Pero la que más preocupa es que el sistema educativo vasco, basado en tres modelos lingüísticos desde la época inicial del Estatuto en la que se dieron los consensos fundamentales, vaya a saltar por los aires, haciendo hegemónico el euskera por obra y gracia del Gobierno tripartito de Vitoria. Otra ruptura de un acuerdo fundamental, que al final va a endurecer los enfrentamientos sociales, y, a la postre, acabar desprestigiando el euskera, que va a ser el gran perdedor. Porque es evidente que sólo en la enajenación de unos exaltados se puede entender que anulen el castellano del sistema educativo cuando es el idioma hegemónico en la calle. O lo que se quiere es hacer jóvenes esquizofrénicos para que acaben alentando la violencia y así superar la frustración tras un sueño disparatado de sus educadores.
El ciclo político en Euskadi está agotado; el tiempo político parece estancado. Demasiados problemas y desacuerdos están clamando por el cambio al que parece, además, se apresta del PSE. No deja de tener sentido esta predisposición. Existen tantas contradicciones que, como diría aquel filósofo marxista de la generación del 68, de la que se cumple 40 años, Louis Althusser, la situación en Euskadi está «sobredeterminada» y pide un cambio revolucionario. Me dirán ustedes que Althusser acabó como una cabra, y diciendo pretencioso que nos había engañado a todos, pero para engañarnos primero le teníamos que haber entendido, que no era cosa fácil con la forma que tenía de explicarse.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 23/4/2008