EL MUNDO 01/10/13
ARCADI ESPADA
Europa, la opinión europea, le ha hecho mucho daño a Italia. Desde el final de la guerra, empezando por la mafia, siguiendo con Aldo Moro y Roberto Calvi, y acabando por Berlusconi, en Italia han pasado las cosas más atroces de Europa, descontado el comunismo, que por cierto arraigó allí con insólita fuerza. Sin embargo, todas estas catástrofes han sido tratadas por los europeos con resignación, incluso con condescendencia y hasta con sonrisas. La mafia, el golpe de Estado permanente más brutal de la época moderna, ha sido reducida muchas veces a simpática antropología: hay una cadena de restaurantes llamada La Mafiase sienta a la mesa, que es como ponerle LaGestapo a un asador. Nunca los asesinos de los años de plomo europeos fueron tratados con la consideración que merecieron los italianos. El innoble caso de Toni Negri. Frente a la despiadada Baader-Meinhof, las Brigadas Rojas parecían jugar con soldaditos de plomo. Con extraordinaria frecuencia la sangre y la mierda italiana se han escurrido por el sumidero de la llamada dietrología, que es el nombre italiano de la teoría de la conspiración: los cadáveres se ocultaban entre los oscuros móviles y las alambicadas redes. No creo que haya otro país de Europa donde la distancia entre la realidad y la realidad numérica sea tan abrupta; pero ni siquiera los alemanes han mostrado la sensibilidad que cabría esperar de su capitalismo doméstico, donde todo lo que sale tiene que haber entrado: el inconsciente germánico debe de estar prendido todavía en las sobrenaturales delicias del Viaje a Italia. En Italia el fingimiento (fare finta) es una virtud nacional, reconocida en el exterior. Y Berlusconi. Pocas veces se habrán experimentado los letales peligros del simpático. Pero lo cierto es que hasta bien entrada su decadencia fue un hombre con buena prensa en el extranjero: un italiano, se dijo como máximo. En realidad no dejaba de ser la coronación de la suprema estafa italiana: eso de que su sociedad civil era eficiente y maravillosa, a diferencia del Estado. Ahí lo vieron: Berlusconi: la sociedad civil gobernando. No ha habido en Europa una región más aislada moralmente que Italia: pero hasta la insoportable miseria napolitana les pareció a los europeos mozzarella.
Nuestra italianofilia ha sido la peor fobia.