Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 25/1/12
El juicio a Baltasar Garzón por el intento de instruir un sumario por las desapariciones del franquismo (petición el 23 de junio de 2008 y afirmación de su competencia el 16 de octubre del mismo año) contra la advertencia que le hizo el fiscal en enero de 2008 a una pregunta suya sobre si la A.N. tenía competencia para ello, formulada el 16 de noviembre de 2007, ha puesto a prueba, entre otras cosas, la consistencia de la hemeroteca para iluminar los hechos.
El diario El País publicaba el 13 de enero de 2003 el siguiente comentario en un editorial:
La democracia española no puede acomodarse a la convivencia con la injusticia del olvido, en el momento en que están desapareciendo las últimas generaciones de quienes protagonizaron aquella tragedia histórica. El vivo interés de los jóvenes en recuperar la memoria de esos tiempos que no vivieron es la mejor garantía de ello.
Un año más tarde, el 12 de septiembre de 2004, en otro editorial:
El Gobierno socialista ha dado un paso imprescindible para desagraviar a las víctimas de la guerra civil y de la represión franquista. Parece increíble que pasados ya 65 años desde el final de la contienda fratricida y a casi tres décadas de la muerte del dictador, todavía sea necesaria una especial dosis de valor cívico para plantear el reconocimiento -y a veces simplemente el conocimiento- de quienes perdieron incluso la vida en defensa de la legalidad constitucional. Toda transición política exige reconciliación y precisamente por ello hay que borrar de una vez la sombra que ha convertido en invisibles a las víctimas de la guerra civil y de la dictadura franquista que le sucedió.
Sobre la amnistía, editorial del 18 de julio de 2006:
La amnistía era muy asimétrica, porque los crímenes de los republicanos hacía 40 años que se habían cometido y, en cambio, los crímenes franquistas estaban todavía calientes. Pero se trataba de mirar al futuro y el recuerdo de la Guerra Civil operaba como motor ético de la transición: nunca más. El miedo y la prudencia hicieron que la amnistía viniera acompañada de la amnesia.
Si, en su momento, la amnesia pudo ser una opción de supervivencia, la memoria es ahora una cuestión de lealtad y de reconocimiento mutuo. Por eso es perfectamente razonable que este aniversario coincida con la aparición de una voluntad decidida de hablar del pasado: por respeto a los que la protagonizaron y a las propias generaciones actuales.
¿Y quién hizo posible la desmemoria y el olvido, si puede saberse? Pues aunque cueste creerlo, un editorial de El País, publicado el día de la aprobación de la Ley de Amnistía, el 15 de octubre de 1977, ‘Amnistía, al fin‘:
“… la amnistía es un acto excepcional, justificado por la razón de Estado y por la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva de acontecimientos tan cruentos y dolorosos para un pueblo como es una guerra civil -una guerra entre hermanos- y una larga dictadura.
La España democrática debe, desde ahora, mirar hacia adelante, olvidar las responsabilidades y los hechos de la guerra civil, hacer abstracción de los cuarenta años de dictadura. La mirada hacia el pasado sólo debe tener como propósito la reflexión sobre las causas de la catástrofe y la forma de impedir su repetición. Un pueblo ni puede ni debe carecer de memoria histórica; pero ésta debe servirle para alimentar proyectos pacíficos de convivencia hacia el futuro y no para nutrir rencores hacia el pasado.”
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 25/1/12