Santiago González-El Mundo
El PNV instituyó como fiesta mayor el Aberri Eguna (Día de la Patria) en 1932. El día era la Pascua de Resurrección y no por el origen jeltzale del partido, sino porque fue en la Pascua de 1863 cuando Sabino paseaba en plan seminarista por el minúsculo jardín de su casa de Abando con su hermano Luis, cuando éste le convenció de que él no era español: «¡Bendito el día que conocí mi patria y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!».
Puede que tanto entusiasmo les parezca algo exagerado, salvo que hayan leído la nota de prensa en la que ‘Irena Montera’ confiesa su preñez, pero es que no hay nada que le haga tanta ilusión a un vasco como que le consideren vasco. Allá por los años 90, un grupo del PNV visitó oficialmente Cuba. Después de aguantar la cháchara del comandante en jefe, éste les acompañó al hotel, hasta la misma puerta del ascensor, y allí les dijo: «¡Y que sigan siendo ustedes vascos!». El deseo le pareció tan bondadoso a Egibar, que le respondió inflamado y con el puño en alto: «¡Hasta la victoria siempre!».
El carácter mudable de la Pascua lleva a curiosidades calendarias; este año la gran fiesta de los patriotas vascos coincide con el aniversario de la victoria del franquismo, pero eso nunca ha sido un problema para los nacionalistas vascos. El 2 de abril de 1939, segundo día de la victoria, hoy se cumplen 79 años, la Ejecutiva nacionalista se reunió en Meudon para dejar clara su distancia con el resto de los vencidos de la Guerra Civil y su predisposición a entenderse con los vencedores. Así lo cuentan en El péndulo patriótico los tres historiadores a los que el PNV encargó escribir la historia del partido con motivo de su centenario.
Prohibido durante todo el franquismo y el periodo preconstituyente, el Aberri Eguna vuelve a celebrarse en la Pascua de 1978, con manifestaciones en las capitales de provincia. La de Bilbao, multitudinaria, fue convocada por todos los partidos, menos por UCD y AP. Pero eso fue todo. El nacionalismo vasco, como todos los de su especie, padece el horror a los consensos y desde el año anterior había establecido el Alderdi Eguna (Día del Partido) para estar a solas entre los suyos. Nunca más volvió a convocarse un Aberri Eguna unitario. Este año, como los anteriores, el PNV lo ha celebrado en la Plaza Nueva de Bilbao y EH Bildu en Pamplona. Podemos es la tercera fuerza que reconoce la fiesta, pero la celebran en la intimidad dentro de su propia sede, como lo hacían los pater familias del partido durante la dictadura: con una comida familiar a cuyos postres quemaban una banderita española de papel, eso era todo.
Eso era todo. Ayer, el presidente del partido y el lehendakariUrkullu hablaron al medio millar de congregados en la Plaza Nueva. Tuvieron como huésped de honor al curioso Eduard Pujol, un golpista catalán al que perseguían por Madrid cincuentones en patinete, según confesión propia. ETA hizo un manifiesto en el que no mencionaba la idea de la disolución, como el PNV no reclamaba la independencia en el suyo, váyase lo uno por lo otro.