Miquel Giménez-Vozpópuli
- Quienes la defendemos tenemos derecho a criticarla, el texto nació viciado al decir que el territorio nacional era uno e indivisible y reconocer las autonomías
Ayer se celebró el Día de la Constitución. En esta España donde gobiernan golpistas catalanes, bilduetarras y un nostálgico de Largo Caballero no es decir mucho. La Carta Magna no causa el menor respeto al Frente Popular punto cero de visas, caviar y mansiones. Aunque debo reconocer que tampoco ha hecho demasiado para hacerse respetar. De entrada, y ustedes perdonen pero quienes la defendemos tenemos el derecho a criticarla, el texto nació viciado al decir, por un lado, que el territorio nacional era uno e indivisible y, por otro, reconocer las autonomías, los Fueros y todo lo que ello comportaba. Se abrió la puerta a que cualquiera que sintiera la necesidad de ser “diferente” – es decir, superior – al resto pudiera hacerlo acogiéndose a esa mamarrachada denominada “hecho diferencial”. Lo problemático es que eso ha sido utilizado para fomentar la creación de cortijos provincianos de escasísima entidad política e intelectual. Usted puede facilitar ladrillos a la gente y ésta puede edificar algo o tirárselos a la cabeza. Eso es lo que ha pasado debido al hecho de que todo el mundo entendió que se abría la veda y que si los vascos tenían esto y los catalanes lo otro ¿por qué su comunidad no podía tenerlo también? El razonamiento es perfecto: su aplicación, desastrosa, sólo ha servido para crear caos, burocracia y un gasto que no hay país que pueda asumir. Que de aquellos polvos vinieron estos lodos no hay ni que planteárselo. Recuerden, por citar dos ejemplos cercanos, el COVID y la DANA.
Esa Constitución es, como todo en esta España que de pretender ser tan democrática que ha derivado en una partitocracia donde los españoles no pintamos nada, manifiestamente mejorable. Uno puede entender el momento histórico en el que se redactó, pero visto con la distancia queda la duda sobre si una parte lo cedió todo y, en cambio, la otra no cedió en nada salvo alguna cosilla por quedar bien. Ese es el fallo de nuestro sistema, el bienquedismo, el defecto que impide a los partidos de derechas serlo de verdad sin falsas vergüenzas ni carita de pedir perdón. Un fallo que ha permitido a alguien como Sánchez llegar hasta donde ha llegado aupado en volandas por los enemigos de la libertad. Por eso, los que entendemos que una Constitución debe ser, antes que nada, el marco que garantice la libertad de los ciudadanos, que la justicia sea igual para todos, que nadie pueda hacer lo que le venga en gana si con ello perjudica a su vecino y que se defiendan los valores que han hecho de Occidente – y de España, claro – países libres. Libertad, justicia, orden, ley, respeto, esos valores son los que deben conformar cualquier ley suprema de la que se desprendan las demás. ¿Se adecua a esto la ley del Sí es Si ¿Haber tenido a un Fiscal General del Estado juzgado en Sala sin que haya dimitido?¿La amnistía a los golpistas catalanes?¿La permisividad con los onguietorris y demás barbaridades pro etarras?¿Caben en la Constitución? Es más, ¿cabe Sánchez? Y uno se pregunta si lo que tenemos es una Constitución o, simplemente, es papel mojado.