Era todo tan serio que lo de ahora es para partirse de risa. Ibarretxe, el alejado de la realidad, el fanático por excelencia, el que la mayoría de los militantes del PNV querían quitarse de en medio, candidato de nuevo.
Lo de la ratificación de Juan José Ibarretxe como candidato del PNV en las próximas elecciones autonómicas tiene su gracia, hay que reconocerlo. Como el entusiasmo con que el presidente del partido, Iñigo Urkullu, dio la noticia: Ibarretxe es un valor, es un hombre de principios, sabe adelantarse a los tiempos, es, en definitiva, la personificación de lo mejor del PNV. Si esto, a estas alturas, no tiene gracia, nada lo tiene.
Lo que tenía un cierto peso de gravedad, de debate serio, era la hipotética división entre Ibarretxe, apoyado por Egibar y los suyos (y por los partidos socios de su Gobierno, Izquierda Unida incluida), y el sector del PNV que encabeza Urkullu, con el grueso de los afiliados -fundamentalmente los de Vizcaya, que son mayoría- de su lado. Esto sí que se presentaba como una cuestión seria e importante: hay que ayudar a ese PNV que no es el de Ibarretxe, que no quiere que Ibarretxe sea el candidato, hay que pactar con él (Presupuestos, transferencias, etc.) para que sus afiliados y simpatizantes vean la eficacia de la moderación que predica este importante sector, hay que conseguir que aflore esa división y que triunfe el PNV de Urkullu. O, sí, sí, un asunto muy serio que ya había advertido la izquierda abertzale al empezar a hablar de dos partidos: el PNV de Imaz y el PNV de Ibarretxe. Urkullu, en circunstancias tan fundamentales, era el heredero de Imaz, necesitaba tiempo, confianza, iba a ser él el que colocaría a su partido en el lugar que nunca debió abandonar. ¿No se notaba que no quería consulta, ni recurso a Estrasburgo, ni enfrentamiento con el Estado?
Era todo tan serio que lo de ahora es para partirse de risa. Ibarretxe, el alejado de la realidad, el fanático por excelencia, el que la mayoría de los militantes del PNV querían quitarse de en medio, candidato de nuevo. Desde ahora, seis meses antes de los próximos comicios autonómicos, unas horas después de uno de sus más esperpénticos discursos en el Parlamento vasco, para que no quede duda, para que sepa que su plan de autodeterminación, que su empeño en el entendimiento con cuantas caretas quiera ponerse Batasuna, que la estrategia que toma el discurso y la terminología de ETA es la del PNV, la recogida en sus textos, la historia de la vida de todos sus dirigentes.
De hecho, deben de estar riéndose a estas horas todos los que estaban seguros de que, siendo el asunto tan serio, el PNV «de Urkullu» daría un volantazo, haría posible la «transversalidad» con los socialistas, agradecería los gestos gubernamentales de pactar esto y aquello, trasladar al País Vasco este o aquel organismo, proporcionar estos o aquellos fondos, agracer el papel del «nacionalismo democrático», etc. Si, creo que lo hacen desde que ayer, en una campa, claro, el presidente del PNV dijera por fin que su partido piensa y defiende lo mismo que Ibarretxe, que van a hacer cadenas humanas para demostrarlo, romerías para celebrarlo, que van a recoger firmas para ratificarlo, etc. No se puede negar que tiene su gracia.
Germán Yanke, ESTRELLA DIGITAL, 29/9/2009