Fernando Savater-El País

Los del PNV no son como los de Bildu, claro: representan la competencia. Pero también se las arreglan para señalar a los suyos y a los otros

El periodista polaco Adam Michnick ha dicho que lo peor del comunismo es lo que viene después. No diré que lo peor del terrorismo es lo que ha venido luego, pero sí que deja mucho que desear. ETA no asesinó porque sí, sino por algo: ahora vivimos en ese “algo”, que no es como quisieron los etarras, pero tampoco los que nos enfrentamos a ellos. Por ejemplo, desde hace años Covite ha querido poner placas conmemorativas en los lugares donde fueron asesinadas las víctimas (San Sebastián es la ciudad con el récord criminal de ETA), pero se lo prohibieron e impidieron: en mi ciudad, un cartel con amenazas de muerte duraba más que otro recordando un atentado. Ahora se pondrán por fin placas en las aceras ensangrentadas, pero tanto a víctimas del terrorismo como a las de abusos policiales, dando a entender que hemos padecido dos plagas similares, ETA y la Policía. No ha contentado esta componenda a EH Bildu, que siempre exhibe sus pergaminos de nobleza etarra: no asisten a la inauguración de las placas porque admitir la injusticia del terrorismo les parece tendencioso. En cambio, Arnaldo Otegi proclama que si llega a lehendakari será “justicia poética”. Sí, como los conjuros de las brujas de Macbeth.

Los del PNV no son como los de Bildu, claro: representan la competencia. Pero también se las arreglan para señalar a los suyos y a los otros. Hace poco se homenajeó en la Diputación Foral de Guipúzcoa a Raúl Guerra Garrido, autor de novelas imprescindibles sobre la realidad vasca escritas cuando nadie pensaba hacer teleseries sobre el tema. Asistió numerosa la sociedad civil, cargos socialistas y populares, una ministra…, pero ningún preboste nacionalista, ni el alcalde ni el diputado foral. En Euskadi sigue habiendo derecho de admisión.