Manuel Marín-Vozpópuli

La UCO hace su trabajo correctamente o delinque en función de la versión convenientemente ideologizada que se publique sobre ella, y no de las pruebas palpables

Y ahora van a por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, a por la UCO. No bastaba con colonizar el Tribunal Constitucional, el aparato jurídico del Congreso, la Fiscalía, la Abogacía del Estado, el CIS o cualquier otra institución con representatividad, poder o influencia. Cuando una institución hace su trabajo y se resiste a someterse al Gobierno, como hace la UCO con su examen de indicios y pruebas, Moncloa no se resigna ni asume su pérdida de control sobre algo. Al revés, se revuelve y criminaliza a esa institución hasta despojarla de credibilidad. En mayo, había que creer que la UCO era un ejemplo de profesionalidad cuando concluyó que no había indicios contra Begoña Gómez. Y ahora también hay que confiar en la UCO cuando añade que no hay un ‘lucro injustificado’ de David Sánchez, hermano del presidente. Pero a la vez, no hay que creer en la UCO cuando interviene el teléfono móvil del fiscal general del Estado porque su trabajo en es arbitrario, desproporcionado, irregular y politizado. Cuando le conviene al Gobierno, la UCO parece un corifeo de ángeles celestiales defensores de las libertades, y cuando no, una cloaca del Estado. De ultraderecha, por supuesto.

Así, los guardias civiles de la UCO son buenos chicos, funcionarios rigurosos y probos cuando exculpan a los familiares de Sánchez, pero son unos caciques sin alma cuando registran la casa de Koldo, lo esposan, y ultrajan las cenizas de su difunto padre. O cuando se empeñan en comprobar que lo de Aldama cuadra. Lo de Rodrigo Rato, retransmitido en directo en mil televisiones, con la Policía Judicial introduciéndolo en el coche con la mano de un agente en el cogote, era democracia pura con la presunción de inocencia protegida. Se presentó como el retrato público de un escarmiento que a fin de cuentas merecía por ‘chorizo’. Era solo la estampa de un escarnio ejemplarizante para un golfo, y así se construyó el relato mediático. En cambio, lo de Koldo… lo de Koldo es un desproporcionado dispositivo propio de operaciones antiterroristas para cazar a un robaperas hundido, con sus manos a la espalda con grilletes. ¿Y lo de Ábalos? Pues eso, confabulaciones políticas contra él, conspiraciones para hundirle, y la persecución injusta de una UCO lanzada por jueces derechistas. ¡Qué mal andamos de equivalencias en la balanza de la corrupción!

Cuando le conviene al Gobierno, la UCO parece un corifeo de ángeles celestiales defensores de las libertades, y cuando no, una cloaca del Estado

El pronóstico para el periodismo es pésimo. Y ya siento tener que admitirlo. Peleamos sin red. Veamos el último estudio del CIS. Pregunta. ¿En los últimos años qué o quién ha influido más en sus opiniones políticas, como votar o no votar, manifestar una u otra opinión, etc.? Respuestas. Los periódicos, un 5,2 por ciento y los medios de comunicación en general, un 1,9. Indiciario, la verdad. Si nuestra influencia es tan raquítica, en beneficio por ejemplo de las redes sociales o internet (29,6 por ciento), ¿a qué viene tanta amenaza a los medios de comunicación? ¿A qué vienen los argumentarios de parvulario que filtra La Moncloa incluso con envíos erróneos de mails?

Aquí de lo que se trata es de crear relatos, guiones de adaptación. Es inevitable que la ciudadanía perciba a los medios como anexos de tal o cual partido. Seguimos peleando por la información, por ofrecer noticias, exclusivas, por crecer en las analíticas y en los ingresos publicitarios. Pero algo está cambiando drásticamente. Nuestra credibilidad. La UCO hace su trabajo correctamente o delinque en función de la versión convenientemente ideologizada que se publique sobre ella, y no de las pruebas palpables. Ayer la UCO era ejemplar. Hoy está bajo sospecha porque Grande Marlaska no puede sojuzgarla, porque se limita a hacer su trabajo y porque obedece al juez que la tiene como Policía Judicial inherente a una democracia. Y en la mesa del Consejo de Ministros, la UCO pasa en un solo un día de ser un icono contra la corrupción a ser una unidad corrupta, una mierda al servicio de los contrapoderes y de una suerte de Estado oculto que quiere fulminar a Sánchez sólo porque es el genuino adalid del progreso y las libertades. Y así van las cosas en la creación de opinión pública.

El periodismo no ha muerto, pero una parte del periodismo, mezclada con el servilismo ideológico, con la creación de contenidos ad hoc, con los condicionamientos algorítmicos y los clicks forzados, sí languidece. Si tan poco influimos los medios en la conformación de criterios políticos en la sociedad, ¿a qué viene tanta persecución contra unos y tanto privilegio para otros? O el CIS miente o nos engañamos todos en un laberinto sin final. Que cada cual saque sus conclusiones ante un sanchismo que habla claramente de ‘lawfare’ y que dice sentirse acosado por jueces, medios de comunicación y oposición. Victimismo y relato inventado a partes iguales como receta para la supervivencia. Si para lograrlo hay que destruir el prestigio y la reputación de una unidad como la UCO, se aborda sin contemplaciones. Y si la UCO, como argumenta el fiscal general, es arbitraria, desproporcionada e incurre en irregularidades, ¿también era arbitraria cuando ha permitido a esa misma fiscalía que él dirige ganar infinidad de procesos contra la corrupción? ¿O la UCO solo es nociva cuando es a él a quien le toca ser registrado?

En un solo día, la UCO pasa un día de ser un icono contra la corrupción a ser una unidad corrupta al servicio de los contrapoderes y de una suerte de Estado oculto que quiere fulminar a Sánchez

Ahora que las democracias liberales han decidido ‘autoprotegerse’ del miedo a sus propias libertades con intervencionismos autoritarios mientras fingen a la vez que siguen siendo democracias, conviene preguntarse en qué situación de indefensión quedan ante sí mismas. O ante los abusos que los Gobiernos denuncian de sus propias policías judiciales pese a que ayer ensalzaban su trabajo. Todo responde a una ideologización perversa y manipuladora de las evidencias y a un ejercicio tóxico de supervivencia política. En Corea del Sur, en Estados Unidos, en Francia, en España… Cada uno con sus peculiaridades, con sus indultos a la carta para familiares y amigos, con sus leyes marciales, con sus absurdos equilibrios…

Lo que subyace es una crisis global de credibilidad en los sistemas libres en la que los poderes ejecutivos imponen criterios subjetivos frente a libertades objetivas, y en la que el periodismo, dicen, ya no pinta casi nada. El escenario resulta demoledor. Entonces, ¿cuándo creemos al TC, al fiscal garante de la legalidad, al letrado del Congreso, al abogado del Estado, a la UCO…? La tara democrática es evidente. Pienses lo que pienses, el sistema está polarizado, fracturado, incierto. Y ahora le ha tocado a la UCO, así de simple. Y si además los periodistas no influimos mucho más allá de un mísero 1,9 por ciento en la conformación de criterio político, apaga, cierra por fuera, y vámonos.