El comienzo del nuevo curso político va a estar marcado por la emergencia migratoria.
Ahora es Ceuta quien pide socorro ante la presión migratoria «extrema» que está soportando en los últimos días, con una media diaria de quinientos marroquíes y argelinos que quieren entrar a nado de forma irregular a la playa del Tarajal. Sólo este domingo lo intentaron mil quinientas personas, aprovechando la densa niebla que cubría el litoral de la frontera sur de la ciudad autónoma.
Estas cifras desorbitadas evidencian que todas nuestras plazas fronterizas e insulares se están viendo sometidas a un flujo migratorio insostenible, que ha colapsado los centros de acogida. Las llegadas irregulares a Ceuta y a Melilla han aumentado este verano un 143%, y un 126,1% las de Canarias. En lo que va de año, han llegado un 66,2% de inmigrantes ilegales más que el año pasado.
Pero también presenta un factor diferencial que invita a albergar algunas sospechas. Porque si la mayoría de llegadas a Canarias se producen desde Senegal, Gambia y Mauritania, las de Ceuta y Melilla proceden principalmente desde Marruecos.
Y no cabría dudar a priori de la buena voluntad del régimen de Mohamed VI en su compromiso de cooperación en materia de inmigración si no fuera porque ya ha dado sobradas muestras de haber recurrido al debilitamiento de la vigilancia fronteriza como mecanismo de presión sobre España cuando se ha producido alguna fricción en el ámbito diplomático.
Además, ni siquiera tras la normalización de las relaciones sellada con la Cumbre de Alto Nivel del pasado febrero Marruecos ha reconocido explícitamente la españolidad de Ceuta y Melilla.
Por eso, Sánchez no debería pasar por alto la vía marroquí, que no deja de ser la primera frontera de España con el continente africano.
Es razonable que el presidente comience hoy una gira por Mauritania, Gambia y Senegal, principales emisores de la inmigración ilegal a Canarias. Pero no puede olvidar la procedencia de la que afecta a Ceuta. Y más cuando parece claro que la ciudad autónoma está siendo escenario de un tira y afloja con el gobierno del país vecino.
Porque resulta ingenuo pensar que las llegadas masivas a Ceuta hayan podido producirse sin algún tipo de connivencia del gobierno marroquí, probablemente expresada en una mayor laxitud en lo tocante a las detenciones. También procede preguntarse si es casualidad que la inmigración ilegal se haya desatado justo cuando Sánchez visita la terna de países africanos para intentar frenar las salidas con acuerdos de cooperación económica.
La crisis migratoria no podrá atajarse con medidas únicamente dirigidas a la gestión de la acogida. Debe actuarse, en coordinación con la Unión Europea, también en los países de origen. Y el primero de ellos en el que habría que poner el foco es Marruecos.