Cataluña es tierra de misterios y prodigios que ni Iker Jiménez puede acabárselos. Lo último es afirmar que la rumba catalana fue un “Símbolo de resistencia antifranquista”, según han tenido a bien informarnos Oriol Junqueras y Pere Aragonés. Cuchibiri cuchibiri. A ver, que esos dos figurones pidan el reconocimiento de nuestra rumba como patrimonio de la humanidad me parece fenomenal, pero de ahí a calificarla como un símbolo de resistencia contra Franco hay un abismo y varias botellas de coñac. Claro que sí la generalidad subvenciona y da por buenas las afirmaciones de Pocurull y su Instituto de Nueva Historia – ¡y tanto que es nueva! – en las que asegura sin necesidad de anestesia que Santa Teresa de Ávila, Cervantes, el Cid, Colón, Erasmo de Rotterdam o Leonardo da Vinci, entre muchísimos otros, eran catalanes no vendrá de aquí.
Es lo que tiene el separatismo. Lo suyo es apropiarse de todo lo que puedan, aunque sea mixtificando la historia. De entrada, esa rumba que a todos encanta dentro y fuera de nuestras fronteras es más o menos reciente, puesto que data de la década de los cincuenta del siglo pasado. En el barrio gitano de Gracia, en la calle de La Cera del barrio del Raval, antes Barrio Chino, en los bares populares del barrio de Hostafrancs, lugares en los que vivían los gitanets que se dedicaban especialmente al comercio de telas, trajes, pantalones y demás artículos del textil empezó a sonar ese ritmo capaz de alegrarle el día más negro a cualquiera.
Que luego los rumberos no hayan sido todos gitanos es un hecho evidente, como el caso del tristemente desaparecido Gato Pérez; que la rumba catalana, y en especial el ventilador, sale de ese pedazo de artista poco reconocido por lo que supuso en la historia de la música española llamado Antonio González, El Pescaílla, también. “Con su baile de guerra y su camisa partía ya no se canta la rumba como cantaba el Pescaílla”, dice su hija Rosario. Y dice bien.
Los eruditos dirán que si la rumba tiene influencias andaluzas, que si su ritmo – un 4/4 – es propio de la música afro cubana, el son o la guaracha
Los eruditos dirán que si la rumba tiene influencias andaluzas, que si su ritmo – un 4/4 – es propio de la música afro cubana, el son o la guaracha. Ni puñetero caso. Los aires caribeños los trajeron a nuestra tierra aquellos soldados que iban a combatir contra los mambises cubanos y se traían sus sones, sus canciones y su irreprimible nostalgia de bohíos, mulatas y café. Es evidente que la rumba tiene más apóstoles alrededor del maestro supremo, insistimos, el Pescaílla, que Dios tenga en su tablao junto a su esposa, la única y divina Lola Flores. Pecaríamos de injustos si no mencionásemos al Chacho. O a Peret, persona que Junqueras quiere mezclar con el separatismo.
Porque en los últimos años de su vida Peret se hizo separatista. Pero eso no es óbice para que sus tuviesen un éxito tremendo mientras Franco vivió, siendo habitual en los programas de TVE y llegando a representar a España en Eurovisión. Tampoco al Pescaílla la censura le supuso problema alguno, como a Rumba Tres, Los Amaya, Los Chichos o Los Chunguitos por citar a unos pocos. Así que de resistencia antifranquista, nasti de plasti. Arte, puro arte, arte del pueblo surgido de la fusión, del aje, del talento, de la integración y mezcla, justo lo que los lazis pretenden suprimir en aras de una Cataluña monolítica en la que solamente sea bueno lo que a ellos les guste. Ante tamaño despropósito separata – uno más – habría que cantarle a Junqueras aquella rumba de Peret, precisamente, que decía “Borriquito como tú, que no sabes ni la u”.
Es igual. Que se vayan por ahí. ¡Viva la rumba catalana, viva el Pescaílla y ole, ole y ole y el que no diga ole que se le seque la yerbabuena!