Estamos en lo de siempre. La liquidez procedente del sistema financiero permite solventar situaciones puntuales complicadas para las cuentas de resultados, pero solo los ingresos procedentes del mercado, a través de las ventas, pueden estabilizarlas de manera sostenible en el tiempo. En la vuelta del verano vamos a seguir hablando de la falta de actividad y de ausencia de liquidez, una vez constatado que la pandemia sigue viva y que provoca en este tercer trimestre problemas similares a los que causó a finales del primero y durante casi todo el segundo. Pero vamos a empezar a hablar con frecuencia de solvencia; es decir, de concursos, de quiebras. Con lo cual hablaremos también de aumentos de la mora y del rebrote de los fallidos. Una buena parte recaerán sobre el Estado que avala las operaciones en un buen porcentaje y ya sabemos que éste es ahora el menor (¿?) de nuestros problemas, una vez que Bruselas ha prometido no ‘examinar’ de la asignatura de la evolución del déficit en este curso escolar. Otra parte caerá sobre la banca, que no está precisamente para nuevos sobresaltos, hundida en la sima profunda de unas cotizaciones bursátiles que aterrorizan a sus accionistas si es que existe todavía esta especie biológica. Así que habrá que renegociar plazos y carencias para evitar confirmar los quebrantos. Un panorama desolador. El motor de la actividad no arranca. ¿Estará gripado?