El informe del Banco de España publicado ayer nos cuenta pocas novedades. En el segundo trimestre, la recuperación progresiva de la libertad de movimientos que el confinamiento nos arrebató permitirá poner el signo positivo al crecimiento del PIB; y allí donde tuvimos un -0,5% en el primer trimestre, tendremos ahora un 2,2% positivo. El mayor gasto privado, que asumen con alborozo quienes pueden hacerlo por tener su horizonte laboral despejado, y un tirón de las exportaciones generado por la gran actividad que se observa a muchos kilómetros de nuestras fronteras son los responsables de ello.
Dos conclusiones. Una es que hemos dejado atrás lo peor de la crisis e iniciamos la recuperación con fuerza. Ahora sí, exactamente un año después de que lo anunciara Pedro Sánchez, cuando aseguró al principio del verano del 2020 que volvíamos más fuertes. La otra es la confirmación de que no recuperaremos el nivel precrisis en PIB y empleo hasta finales de 2022. Es decir, el maldito bicho habrá tirado tres años por la borda de la pandemia que hemos navegado con tanta angustia. Y aún así, el BdE ve riesgos en nuestro horizonte. El primero sería el retorno a las urgencias sanitarias como consecuencia de la aparición y la generalización de alguna nueva variante del Covid que supere y arruine la acción de las vacunas. El segundo puede llegar al final del periodo de moratoria concedida a los créditos entregados a empresas y a autónomos si no se devuelven a tiempo. El ICO soporta una gran parte de este esfuerzo, pero los bancos están obligados a contabilizar estos riesgos de una manera tan exigente que puede causar destrozos en sus cuentas.
De momento, olvidemos todo eso y fijémonos en otra buena previsión. El empleo recuperará sus niveles previos en la misma fecha que el PIB, lo cual es una noticia que calma nuestros nervios mejor que un Orfidal. ¿La peor? Tranquilo, es esa que a nadie preocupa. El destrozo causado a las cuentas públicas como consecuencia de que el tránsito de estos tres azarosos años no es gratis. Todo lo contrario, ha elevado una montaña de deuda, construida con el material sedimentario aportado por nuestros enormes déficits. Pero aquí no necesita el Orfidal, pues la confirmación del Banco Central Europeo de que va a seguir aportando la financiación necesaria para soportar el roto pospone el problema. ¿Hasta cuándo? Eso pregúnteselo a Ursula von der Leyen. Supongo que lo habrá hablado con el holandés Rütte y con quien vaya a ser el nuevo canciller de Alemania tras las próximas elecciones. Ellos conocen la respuesta, pues son quienes deciden cuando se acaba la fiesta.