FERNANDO SAVATER-EL PAÍS

  • Considerar libertad de expresión la difamación, las amenazas de muerte o el aplauso a terroristas es como reclamar el derecho a viajar a 150 km/h y borracho por zonas urbanas
Chesterton señaló que el mundo moderno está lleno de ideas cristianas que se han vuelto locas. Dicho de modo más laico, de ideas emancipadoras cuya hipertrofia las ha convertido en amenazas para la democracia. Una de ellas es la libertad de expresión. En esta época donde se castiga con la muerte civil cualquier broma antifeminista o racial, no digamos las críticas a las modas ideológicas del día (todas son “fobias” repudiables), esa libertad es más necesaria que nunca. Lo cual no quiere decir que deba ser irrestricta, como tampoco las demás garantías democráticas: “Hasta la virtud necesita límites”, estableció Montesquieu. Considerar muestras de libertad de expresión la difamación, las amenazas de muerte, las ofensas atroces a personas e instituciones, el aplauso a terroristas… es como reclamar el derecho a viajar a 150 Km/h y borracho por zonas urbanas. Si se tolera esa “poesía” dedicada al público juvenil ¿por qué perseguir la pederastia o las fake news en las redes? ¿Por qué no desterrar de la escuela la evolución y sustituirla por el creacionismo? ¿Por qué recomendar a los estudiantes los derechos humanos en lugar de los sanos preceptos del código de Hammurabi? Con mensajes así se motivó a los invasores del Capitolio…

Creo quePablo Hasél merece prisión permanente revisable no por la letra de sus canciones sino por la música. Pero no está en la cárcel sólo por lo que berrea sino por agresiones y matonismo reiterado. Pueden ignorarlo los doscientos buenistas que le apoyan, que no se enteran de lo que firman sin leer y cuando lo leen, tampoco. Pero Amnistía Internacional… ¡por favor! Los convencidos que hemos colaborado con AI nos preguntamos ahora, a la vista de su campaña pro-Hasél, si también en eso nos hemos equivocado. ¿Cómo seguir siendo de los nuestros?